Hna. Mª Lourdes Caminero, nazarena: El regalo de experimentar la Presencia viva de Jesús en la Eucaristía
La Iglesia celebraba ayer, 2 de febrero, la Jornada por la Vida Consagrada, una oportunidad para agradecer a todos los consagrados que trabajan y entregan sus vidas a favor del Reino su labor en numerosos campos sociales o a través de la contemplación. Asimismo, la celebración de esta Jornada supone la ocasión perfecta para presentar distintos carismas de la realidad consagrada presente en la Archidiócesis de Sevilla. Para ello, durante los próximos días, compartiremos testimonios de religiosas y consagradas.
Hna. Lourdes Caminero, Misionera Eucarística de Nazaret
La hermana Lourdes, nacida en Villotilla (Palencia) se acostumbró desde pequeña a “hacer la visita” al Sagrario en su escuela. Desde entonces, “me enseñaron que allí estaba Jesús vivo y a mi manera hablaba con Él”, recuerda.
Con once años, sus padres decidieron internarla en un colegio, pero apenas duró allí un año porque las religiosas que lo dirigían creyeron que era “muy traviesa y no tenía vocación”. Fue de esta forma cómo Dios puso en el camino de Lourdes a las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, popularmente conocidas como las Nazarenas, ingresando en su colegio poco después. “Desde el principio vi aquí un ambiente de familia, precioso y alegre, donde me inculcaban también el amor a Jesús Eucaristía”.
Con 15 años, explica, “sentí que Dios quería algo más de mí, que me quería para Él, para extender su Amor a todo el mundo”, así que a los 16 decidió dar el paso “y aquí estoy tan feliz o más que entonces”.
Su familia, aunque sorprendida, le apoyó. Concretamente, narra la anécdota de su madre, que después de un tiempo le confesó que cuando le contó que iba a ser monja “estuvo una semana entera llorando, pero no de pena, sino de alegría porque el Señor se había fijado en una de sus hijas”.
“Merece la pena”
Tras muchos años como consagrada y nombrada superiora de la comunidad de Nazarenas en Sevilla, de su carisma destaca “el regalo” que supone “vivir la Eucaristía como esa Presencia viva y salvadora de Jesús entre nosotros, no como un recuerdo, sino Presencia viva, desde donde nos dice que nos ama y que está con nosotros”. Aunque reconoce que “para cada persona consagrada su carisma es el mejor”.
Por otra parte, reflexiona sobre el otoño vocacional que vive la Iglesia: “Son tiempos recios, como diría Santa Teresa”. Por ello, hay que saber “descubrir el sello del Espíritu, vivir con esperanza y con los ojos del corazón abiertos a la luz de Dios”.
Pese a esto, se muestra optimista y anima a los jóvenes a estar atentos y escuchar lo que Dios quiere para cada uno de ellos. En relación a la vocación religiosa “solo puedo decir que merece la pena y que soy muy feliz”, concluye.
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