¿QUIEN SE ACUERDA DE FILIPINAS?

El pasado 21 de noviembre fui invitado por mis compañeros de clase filipinos a su Colegio en Roma para participar en una Vigilia de Oración por las victimas del desastre provocado por el ciclón Yolanda en Filipinas. Desde que ocurrió la  tragedia no han faltado llamamientos al ayuno y la oración por parte del Papa y de los obispos de Asia.

 

La Adoración eucarística en que consistió el acto comenzó un poco tarde porque el Santo Padre había recibido a la comunidad filipina de Roma en el Vaticano y les había consolado con palabras realmente hermosísimas. Es digno de subrayar cómo el  Papa Francisco ha estado comprometido con esta causa desde el primer momento de la tragedia.

 

Para hacer tiempo, mis compañeros me sugirieron, con la delicadeza oriental acostumbrada, que comiese un poco de “arroz caldo” (una especia de arroz viscoso con pollo y especias) y un poco de fruta antes de comenzar la oración, así me iba cenado de vuelta al Colegio Español. En el comedor pude saludar al Cardenal Tagle, Arzobispo de Manila, que presidiría minutos más tarde la Vigilia. 

 

Durante la homilía, que tuvo que interrumpir varias veces  por las lagrimas que le brotaban, se detuvo en la pregunta de Jesús en la Cruz: “¿Dios mío, Dios mío por que me has abandonado?” en la que incluyó todas las preguntas y lamentos que se escuchan ante una catástrofe como la que estábamos recordando, como por ejemplo “¿por qué, Señor, por qué?

 

Monseñor Tagle reconoció que la única respuesta la encuentra en la Resurrección del Señor. A la pregunta ¿Dónde está Dios ahora?  él respondió: En el Cuerpo del Resucitado, que es su Iglesia en la tierra. Dios, mediante su Cuerpo en la tierra se acerca al que sufre, lo abraza y lo consuela. Pero no solo ante una catástrofe como esta –añadió- sino ante todo sufrimiento, explotación y angustia que sufren sus hijos cada día.

 

Hay que reconocer que, echando una  mirada a las noticias a mas de un mes transcurrido desde la tragedia, uno es capaz de descubrir el Cuerpo de Cristo moviéndose hacia el dolor humano. Desde los miembros de ese Cuerpo, que es la Iglesia, que se unen a través de Caritas Internacional a nuestras Caritas Diocesanas pasando por  religiosos y religiosas, los Caballeros de Malta o el mismo Apostolado del Mar, por poner algún ejemplo. Son momentos donde descubrir la cercanía de Dios y dar gracias por cómo responde a través de su Cuerpo, la Iglesia, al sufrimiento de sus hijos.

 

Por eso este tipo de vivencias no solo desgarran el corazón sino que lo ensanchan, al descubrir que junto a la desgracia, aparece la universalidad del amor, que se compadece (padece-con) y actúa: sana y ayuda a reforzar la confianza no solo en Dios sino que también en el ser humano.

 

Aquél día en la Capilla del Colegio Filipino se palpaba, junto al eco del lamento, la fuerza de un amor que rompe barreras y distancias y une a todos los hombre en un solo corazón. Ahí encontramos a Dios: Ubi Caritas Deus ibi est.

 


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