LECCIÓN DE PROCESIÓN
Antes de iniciar mi nuevo comentario me gustaría pedir perdón por mi ausencia en esta página desde Semana Santa. El motivo no es otro que el de tener que finalizar mis estudios en Roma y por ello hacer dedicado todo el tiempo a esta recta final que me permite volver a mi añorada Archidiócesis, con la nostalgia de tener que dejar la ciudad eterna.
Tras la debida aclaración, dedico este comentario semanal a la procesión del Corpus Christi, que de nuevo hace coincidir, en los que se refiere al día de celebración, Sevilla y el Vaticano. Más estrecha comunión resulta imposible, ya que la mayoría de las Iglesias particulares lo celebran el próximo domingo.
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Si bien hay que reconocer que el exorno de nuestras calles es inigualable, y que el de la via Merulana de Roma, recorrido de la procesión vaticana, no se puede comparar ni con el peor engalanado de nuestra geografía diocesana, hay que admitir que a la procesión de Corpus hispalense le falta la piedad demostrada en la que recorre el trayecto que va desde la Basílica de San Juan de Letrán a la Basílica de Santa María la Mayor.
¡Que bueno sería que cada una copiase a la otra en lo que es digno de imitar! Sobre todo nuestra Archidiócesis podría mejorar mucho si los altavoces empleados en las calles del centro histórico para crear ambiente navideños sirviesen en esta ocasión para animar el canto y la oración de los fieles que esperan el paso del Señor desde primeras horas de la mañana, así como los que forman las largas filas de representaciones.
La Nueva Evangelización nos llama a devolver el contenido de fe a lo que, poco a poco, se ha ido convirtiendo para muchos en una celebración con más carácter social y cultural que religioso. La ventaja es que, para nosotros al menos, el rito continúa, algo que en otros lugares ya dejó de existir hace mucho. Pero si lo vamos vaciando de su verdadero significado corremos el riesgo de poder perderlo en cuando soplen otros vientos.
El Papa Francisco nuevamente ha dado una lección de autenticidad al respecto y, haciendo una interpelación al verdadero motivo de adoración en esta procesión, por motivos de salud, pero insistiendo en que el centro de ese dia lo debe ocupar Jesús Eucaristía y no el Papa, renunció a ir en la procesión, con el consecuente desencanto de todos los que aguardaban en la calle el paso del Papa y no el de Jesús Sacramentado. Este malestar debe hacernos reflexionar los verdaderos motivos que nos mueven e las celebraciones, en este caso las presididas por el Santo Padre, que debe ser vivir el Misterio y no “retratar al Papa”.
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