MISERICORDINA

 

El pasado domingo el Papa volvía a congregar a cientos de personas para rezar el Ángelus y recibir su bendición. Todo transcurría aparentemente como siempre, pero Francisco tenía preparado un nuevo gesto que sería noticia en los periódicos del día siguiente.

 

Después de la acostumbrada reflexión papal sobre el Evangelio, que a muchos sirve como homilía dominical  pues o no van a Misa o nos les dice nada las predicaciones que escuchan, el Papa continuó con el rezo del Ángelus y los saludos a los asistentes. Pero antes de despedirse y retirarse de la conocida ventana de los Apartamentos Pontificios, que solo usa como lugar de trabajo, el Papa hizo publicidad de una medicina.

 

Todo hacía pensar que,, al igual que ocurrió con el libro de Walter Kasper “La misericordia”  la nueva publicidad dispararía las ventas del  producto recomendado por el Santo Padre.  Hay que precisar que Francisco no recomendó que se comprara aquel libro en su primer Ángelus sino que señaló que acababa de leerlo y eso bastó para convertirlo en top venta en los meses sucesivos.  Pero en esta ocasión, la recomendación fue explícita, sobretodo porque el producto era gratuito y se distribuía en la misma Plaza de San Pedro para todos los asistentes.

 

El Santo Padre "recetó" una medicina: Misericordina. Dijo que sanaba los males “cardiacos” del ser humano con tan solo 59 gránulos, si se tomaban diariamente. Se trataba de un Rosario distribuido en una típica caja de medicina  que contenía además de la corona para rezarlo, una estampa con la Imagen de Jesús de la Divina Misericordia y un “prospecto” como el que nos encontramos en las medicinas, donde se explica el modo de rezar a la Divina Misericordia y la historia de esta devoción extendida por Juan Pablo II y fundada en las revelaciones a Santa Faustina Kovalska.

 

Los males cardiacos que señalaba el Papa para poder tomar esta medicina aparecen descritos en el citado prospecto: deseo de sentir la misericordia de Dios, necesidad de ayuda en una situación difícil, incapacidad de poder perdonar a alguien, etc.

 

Es la insistencia de Francisco desde el inicio de su pontificado: que el mundo reciba y acoja la misericordia de Dios, su perdón. “Dios no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón”. Estas fueron sus palabras en el primer Ángelus que rezó como pontífice.

El efecto que está provocando rebasa lo esperado: muchas personas se acercan al confesionario buscando el perdón, después de muchos años en los que había abandonado esta práctica sacramental, simplemente “porque el Papa está insistiendo mucho”. No hablo de oídas, sino desde mi experiencia de confesor cada viernes en una parroquia de barrio de Roma.

Es el triunfo de la misericordia de Dios, que se va abriendo paso incluso a través de la “publicidad papal”. Dios entra en el corazón de los hombres con exceso de amor, sin llevar cuentas y buscando siempre un abrazo sanador. El dia que nos demos cuenta de esto el mundo abrirá las puertas a Aquel que todo lo puede porque todo lo perdona.

 

 


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