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¿HIJOS DE LA PRISA Y EL RUIDO?

Una de las características de nuestro mundo de hoy es la prisa, el estrés y el ruido que nos envuelve y nos aturde.

Vamos corriendo por la vida y… seguimos corriendo.

Somos hijos de la prisa y del ruido.

No tenemos tiempo para pararnos, para detenernos, para pensar, para reflexionar, para hablar con los amigos; a veces ni siquiera tenemos tiempo para echar un rato con los propios hijos, o con la propia esposa o esposo. Y con frecuencia no tenemos tiempo para hablar con Dios.

Nos saludamos en la calle, nos lamentamos de cómo vivimos, de la vida estresada que llevamos y en seguida nos despedimos con la frase de moda: “nos vemos”.

Pero ¿Cuándo? “cualquier día a cualquier hora” y seguimos corriendo.

Un lamento y una queja muy frecuente entre nosotros: “vivimos como si fuéramos una maquina”, una maquina que se pone en marcha por la mañana, se acelera de cuando en cuando y…… hasta la noche.

Algunos se quejan porque no saben salirse de la rueda; porque se sienten como una pieza de un gran engranaje de una gran máquina. Por eso muchos dicen que se sienten como si fueran maquinas de producir y de consumir.

 ¿HIJOS DEL RUIDO? Hay muchas clases de ruido: ruidos para jóvenes, ruidos para adultos y para los niños según las preferencias de cada uno.

 El hombre y la mujer de hoy no saben, no pueden vivir sin ruido. Es algo que los envuelve.

 Muchos nos levantamos con ruido, nos aseamos con ruido, salimos a la calle y nos encontramos con el ruido de los coches y de la publicidad.

 Muchos caminan hacia el trabajo en compañía del ruido, con sus “aparatitos” en los oídos. Entramos en los grandes supermercados y nos recibe el ruido.

 Cuando abrimos la puerta de nuestra casa nos sale al encuentro el ruido del que ha llegado antes que nosotros. Estamos en torno a la mesa para comer y en seguida tocamos un botón y ya están diciéndonos  lo que tenemos que comprar, vestir y comer………. Y no nos comunicamos.

 ¿Qué les pasa a muchos con el ruido? Que tienen una “adicción”, que no pueden vivir sin él, que están aturdidos por el ruido.

Y ¿Qué le pasa al hombre y a la mujer de hoy con el silencio? Que no lo aguantan, que le tienen miedo. Miedo al silencio y miedo a la verdad, como decía hace poco el Papa Benedicto XVI. Les da miedo reflexionar.

Y como consecuencia nos encontramos con muchos hombres y mujeres, jóvenes o adultos, superficiales, sin criterios sólidos, sin convicciones profundas, sin riqueza interior, un hombre disperso, diluido, fragmentado y un poco o un mucho vacío y por lo tanto influenciable.

Pero ¿qué hacer entonces?, ¿seguir corriendo?; pero ¿hacia dónde. Hacia ninguna parte y una huida hacia delante?

El peligro que tienen muchos, jóvenes y adultos, hombres y mujeres de hoy es tener miedo a la verdad e instalarse en la duda, en la ambigüedad, en la confusión y en una vida sin sentido. Estos hombres y estas mujeres, hijos de la prisa, del ruido y de la superficialidad y tú y yo ¿no estaremos necesitando un parón, un stop y una actitud de búsqueda sincera para recuperar nuestra identidad humana y cristiana?

BUSQUEMOS TÚ Y YO, SIN MIEDOS, LA VERDAD DEL HOMBRE.

Seguiremos reflexionando.

Con el cariño de Publio Escudero

 


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