Archidiócesis de Sevilla

Sí, se llenó el corazón de deseos, deseos grandes de volver a apasionarnos más y más  con nuestra vocación de consagrados. Estuve en Madrid en el Encuentro de la Vida Consagrada, que como dije en mi anterior post, tenía como tema central “Corazones que desean algo grande”.

Muchos “corazones” no reunimos, más de mil quinientos, en unas jornadas de formación, celebración, convivencia. En la apertura, Mons. Osoro nos dijo que “nos une la alegría, la gracia y la dicha. Alegría porque Dios nos ha elegido para estar aquí; Gracia porque el Señor se acercó a nuestra vida y nos llamó, y por eso estamos agradecidos; y dicha porque nos acercamos a los demás como lo hizo Jesús”.

Los temas de Formación: ‘El amor de Cristo Esposo en la vida consagrada’; ‘La misión y el servicio de los consagrados, testimonio de la misericordia divina’ y ‘El arte como belleza de la fe y la vida consagrada como confesión gozosa de la misma’. Nos sugirieron ya mucho de lo que debe ser nuestra vida.

En la tarde del sábado gozamos con testimonios, música y oración. La Comunidad de hermanitas del Cordero, con textos de Santa Benedicta de la Cruz, nos ayudó a orar, a cantar y a interiorizar. La oración de Taizé, animada por el grupo de Madrid, cerró la jornada del sábado.

La parte musical también se hizo oración: el grupo IXCIS, con sus canciones quieren  testimoniar que Jesús es el Señor. Fray Nacho con su guitarra pretende acercar a Dios con sus canciones. Mención, y muy especial, la belleza de la Escolanía del Escorial.

Los testimonios me impactaron: la chica gitana que por medio de su profesora de Religión se acerca al mundo de la vida religiosa. La médico que deja su trabajo, que le llenaba, pero algo le faltaba, y eso se lo dio el Carmelo. El hermano de San Juan de Dios que convivió con el ébola.  El salesiano que desde la debilidad de la enfermedad y la edad encuentra ahí la plenitud de su vocación con la misma fuerza que cuando estaba lleno de trabajos apostólicos. La virgen Consagrada que en medio del mundo vive con gozo su consagración virginal. Testimonios que podrían multiplicarse más y más porque la vida consagrada vivida con pasión es la mayor felicidad, el gran regalo, el don más maravilloso, no solo para cada uno sino para la Iglesia y la sociedad.

El domingo: La Eucaristía en la catedral de la Almudena fue el momento central del Encuentro. La tarde se dedicó a ir a lugares significativos de la vida consagrada en Madrid. Yo fui a las Clarisas de Recoletos para orar y celebrar juntos.

La verdad que ha sido todo un regalo grande haber asistido. Me renueva y me interpela  sobre la fidelidad a la misión que se nos ha confiado: ser signo de algo grande, hemos conocido y creído en el Amor. Esta es nuestra voz profética. No solo llevar el amor de Dios, sino ser amor de Dios en nuestro mundo.