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Martes de la tercera semana (17-03-2020)

Queridos hermanos y hermanas:

Os saludo a todos con mucho afecto y os deseo que estéis viviendo estas difíciles circunstancias con mucha paz y confianza en el Señor, conscientes de que para los que aman a Dios todo lo que sucede, sucede para bien. Efectivamente, el Señor de los males saca bienes, y que en este caso nos va a ayudar a ahondar en nuestra conversión, el gran tema de esta Cuaresma, a la que llegamos a través de del silencio y el desierto, la oración más larga y confiada, el ayuno y la renovación de nuestra fraternidad.

Para el poeta francés Alfred de Vigny “sólo el silencio es grandioso; todo lo demás es debilidad”. Ortega y Gasset, por su parte, aseguraba que “si se quiere de verdad hacer algo en serio, lo primero que hay que hacer es callarse”. Este pensamiento nos ayuda a comprender por qué Jesús marcha al desierto antes de iniciar la epopeya de nuestra salvación. Así se explica también el silencio de Jesús en su pasión y muerte, el momento más “serio” de su vida y el acontecimiento más “serio” de la historia de la humanidad.

En las vísperas de la Semana Santa y en los momentos tan peculiares que estamos viviendo, yo os invito, queridos hermanos y hermanas, a buscar el silencio interior para tomar el pulso a nuestra vida. Sólo desde el silencio es posible la conversión y la vuelta a Dios, el encuentro con lo mejor de nosotros mismos, con la verdad del hombre y con el rumor de Dios, sólo perceptible en el silencio. Las circunstancias que estamos viviendo son una gracia actual. A pesar de no tener las cofradías en las calles, todo nos va a ayudar a vivir con mayor autenticidad y provecho la Semana Santa desde la intimidad de nuestros hogares, desde la solidaridad con nuestros conciudadanos y el respeto a las prescripciones de las autoridades.

Dios quiera que estas circunstancias nos ayuden a renovar nuestra vida cristiana. Ojalá favorezcan nuestro encuentro personal con Cristo, que transforma nuestras vidas, si nosotros nos dejamos transformar por la eficacia de su sangre redentora. En Él encontraremos la fuente de la luz, de la alegría, del sentido y la esperanza para nuestra vida. Ojalá que quien resucita para la Iglesia y para el mundo en la Pascua florida, resucite sobre todo en nuestros corazones y de nuestras vidas.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla


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