“EN TRÁNSITO” HACIA EL SACERDOCIO

“EN TRÁNSITO” HACIA EL SACERDOCIO

 

La nave del Crucero de la Catedral de Sevilla acoge este domingo una ceremonia que se prevé multitudinaria. La cita es a las seis de la tarde, cuando comenzará la Eucaristía que presidirá el arzobispo, y en el curso de la cual recibirán el orden del diaconado seis alumnos del Seminario Metropolitano de Sevilla. Seis nuevos diáconos, con edades comprendidas entre los 23 años de Elías Domínguez y los 42 de Gumersindo Melo, que proceden de localidades de la provincia de Sevilla -dos de Olivares, y uno de parroquias de Gines, Lebrija y Utrera- y de Huelva, concretamente de La Palma del Condado.

A pocos días de la ceremonia de ordenación como diáconos, los seis candidatos hacen balance paraArchisevilla Digital de sus cinco últimos años en el Seminario. Un lustro que se resume a grandes trazos entre mañanas de clases, horas y horas delante de los libros, mucha oración y un discernimiento que les ha llevado a encarar el último curso de su preparación para el sacerdocio con una mezcla de ilusión y responsabilidad. Si bien el objetivo último es el día en que el arzobispo les impondrá las manos como nuevos pastores de la Iglesia sevillana, ninguno resta importancia al paso que van a dar el domingo. “Se trata de un hecho singular.

El diaconado es una respuesta a la llamada de Dios a nuestra vocación, es una pieza más en un proceso formativo pero es en sí un ministerio”, señala Marco Antonio Fernández, de 31 años y procedente de la Parroquia de Santiago el Mayor, de Utrera. Efectivamente, el diaconado significará una etapa más en su proceso vocacional, y conllevará una implicación personal en tareas pastorales. Según reza el Catecismo de la Iglesia Católica en su canon 1570, corresponde a los diáconos –estos seis, “en tránsito” al sacerdocio- “entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios sobre todo de la Eucaristía y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad”. Gumersindo Melo, procedente de Gines, subraya estos cometidos propios del diaconado como algo inherente a las “ganas de trabajar y servir a la Iglesia” que tienen los seis candidatos.

En esta línea, Marco Antonio Fernández afronta la jornada del domingo “con paz e ilusionado”, ya que “el diaconado es una respuesta a la llamada de Dios, a mi vocación”. Después de enumerar “lo que podré hacer a partir del lunes”, explica este orden como “una pieza de un proceso formativo que, en sí, es un ministerio”.

 

“TIENES QUE SABER ESTAR EN CADA MOMENTO”

En cualquier caso, ninguno de los seis seminaristas pierde la perspectiva. Todos ellos analizan el momento que están viviendo sin perder de vista el día en que serán ordenados sacerdotes. Martín González lo tiene claro: “con un año todavía por delante, creo que el sacerdocio será el momento en que veré cumplido la voluntad de Dios sobre mi vida, que no es otra –añade- que darla por los demás”. Manuel Arroyoreconoce que lleva días asumiendo el tiempo que le toca vivir “con la prudencia de querer hacerlo bien”. Y lo explica: “vas sintiendo cómo la gente se alegra contigo y se va fiando de ti. Ponen en tus manos lo más intimo que ellos tienen”. Tras meditar lo que acaba de decir, apostilla: “esto es una responsabilidad, tienes que saber estar en cada momento”.

Muchos son los referentes que estos seminaristas tienen en mente a la hora de recordar sus primeras respuestas a la llamada de Dios. La mayoría de ellos citan en primer lugar a sacerdotes, “personas que han sido un ejemplo de vida y dedicación a los demás”. Marco Antonio Fernández y Andrés Ramírez, además, tienen palabras de gratitud hacia “muchos padres de familia que con su fidelidad y constancia en la fe hacen que uno se afiance”.

 

“YA NO VIVIMOS PARA NOSOTROS MISMOS”

Muchos son los nombres que salen a relucir en una charla que tiene lugar en uno de los salones de reuniones del Seminario, su casa. No faltan gestos de complicidad, sobre todo cuando alguno recuerda lo decisivo que resultó éste o aquel sacerdote en su periplo vocacional. Recuerdos al margen, su actitud ante la jornada del domingo puede resumirse con la palabra confianza. Elías Domínguez reconoce que lo que no falla es “la ilusión por ver cumplido lo que quiere el Señor, hacer una obra grande con nosotros y que su gracia nos acompañe en el día de la ordenación”. Como lema para su futuro ministerio, alude a San Pablo para asegurar que “ya no vivimos para nosotros mismos, sino para Jesucristo”. “Hacer que mi vida sea para Dios, llevar a Jesucristo e imitarlo cada día”, ese es su reto. Manuel Arroyo, que asiente tras cada frase de su compañero, explica su situación con una idea que resume las expectativas que estos futuros sacerdotes tienen puestas en un futuro cada vez más cercano: “en la vocación se gana el ciento por uno, en alegría, en la familia, en los amigos… Todo queda superado por lo bueno que el Señor te regala”.

(Artículo publicado en Archisevilla Digital, nº 31).

 

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