¿Qué nos ha enseñado lo vivido a raíz del Covid-19? ¿Qué nuevos retos se plantean a la familia? Seguro que durante el tiempo que ha durado el confinamiento, y una vez hemos salido de él, nos habremos planteado preguntas de este tipo. Hemos vivido unas circunstancias muy especiales, que habrán marcado de alguna manera a nuestra familia.

Javier Fernández y Miriam Vivas, matrimonio de acogida del COF Aljarafe, plantea  y responde a las siguientes preguntas: ¿qué puede hacer la familia en esta situación? ¿Cómo pueden ayudar los padres a los hijos a superar esta incertidumbre? ¿Cómo puede la familia ser un signo vivo del Amor de Dios actualmente? 

 

LA VIDA ACTUAL NOS PLANTEA UN RETO COMPLEJO: A LA SITUACIÓN DE CRISIS ECONÓMICA Y MORAL DE LA SOCIEDAD, DE RELATIVISMO, DE AUSENCIA DEL MAL, SE LE UNE LA INCERTIDUMBRE ANTE EL COVID-19, UNA ENFERMEDAD NUEVA, DESCONOCIDA, QUE NOS ESTÁ CAMBIANDO LA FORMA DE VIVIR, DE RELACIONARNOS, DE VER AL PRÓJIMO. Si antes en muchas ocasiones el prójimo era ajeno a nosotros por el egoísmo, actualmente el acercarte al prójimo es peligroso: no sabemos qué persona puede ser portadora de esta nueva enfermedad.

La parábola del Buen Samaritano cobra ahora un nuevo significado. Hasta este pasado marzo, la gran mayoría de las personas vivían ajenas a los tres grandes retos de la fe: la enfermedad, la vejez y la muerte. De hecho, hacíamos nuestra vida como si esas tres cosas no existieran, y el COVID-19 nos ha puesto de manifiesto que no hace falta envejecer para enfermar o morir, y nos lo recuerda cada vez que salimos a la calle y nos tenemos que poner una mascarilla, guardar la distancia de seguridad o lavarnos las manos con gel hidro-alcohólico constantemente.

Nos estamos encontrando familias cuyos hijos han tenido pánico a volver a salir tras el confinamiento, hijos que han tenido ansiedad ante la cercanía de otras personas en un supermercado, miedo a volver a relacionarse, a darse muestras de afecto, niños preocupados por la posibilidad de contagio y de morirse o de que se muera un familiar. Padres tristes por determinadas frases oídas a sus hijos al volver del trabajo: “¡No abraces a papá que te puede contagiar!” “¡No me des un beso que tienes el coronavirus!”

Ante ello nos planteamos ¿qué puede hacer la familia en esta situación? ¿Cómo pueden ayudar los padres a los hijos a superar esta incertidumbre? ¿Cómo puede la familia ser un signo vivo del Amor de Dios actualmente? El llamado “Estado de Bienestar” que tanto nos venden, no da respuesta a estos problemas; es más, nos ha enseñado a vivir como si no existieran, atrapándonos en un círculo vicioso: trabajo para vivir – vivo para trabajar con el fin de acumular bienes que me permitan hacer lo de la parábola: “y diré a mi alma: Alma tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea” (Lc 12, 19). Pero la situación del COVID nos ha hecho presente el siguiente versículo del Evangelio: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma: las cosas que preparaste ¿para quién serán? (Lc 12, 20). El alma del ser humano ha sido creada por Dios con una visión de eternidad, de vida eterna, creada para el infinito; por ello, para la persona sin fe, que cree en la limitación del ser humano cuya vida termina con la muerte, hacerle presente diariamente la posibilidad de enfermar y morir le causa una gran angustia y sufrimiento.

 

LA FAMILIA ANTE LA NUEVA FORMA DE VIVIR
Es posible salir fortalecido, adaptarse a situaciones inesperadas o inusuales; a ello se le llama resiliencia. Esta habilidad de superación de la adversidad y adaptarse es más fácil adquirirla en una familia cristiana donde varias generaciones comparten las inquietudes y dificultades de los hermanos, padres y abuelos, y todos juntos se ayudan a superarlas. La sabiduría de los abuelos apoya la falta de experiencia de los nietos, y la fuerza y el vigor de éstos compensan y ayudan el vigor ya perdidos de aquéllos. Una vida más tranquila de los abuelos compensa esa vida mucho más activa de los padres con menos tiempo, y les ayudan con los nietos.

Rezar en familia, compartir inquietudes, interceder unos por otros, compartir ratos de ocio, colaborar en tareas, sentirse amado con nuestras virtudes y defectos, donde se celebran los logros y se alienta en los obstáculos. La familia se convierte en un lugar de bendición, amor y sanación del alma. Dios da firmeza a los pasos del hombre, de quien se deleita en Él, aunque tropiece no caerá, porque Dios lo sostiene con su mano” (Sal 37, 23-24). La resiliencia no conlleva dejar de sufrir, sino crecer a partir de la superación del sufrimiento; y en esto no tenemos mejor maestro que a Cristo.

 

ACERCAMIENTO FAMILIAR VS DISTANCIAMIENTO SOCIAL
Ante el distanciamiento social y la abstención de contacto físico impuesto que debemos cumplir por cuidado de la salud propia y común, nos encontramos con una falta también de manifestaciones afectivas sociales entre iguales. Las personas somos táctiles, necesitamos contacto físico, manifestaciones físicas de afecto y cariño para sentirnos bien, queridos, valorados e incluidos en la sociedad; la falta de los mismos por el distanciamiento debe de cubrirse holgadamente con acercamiento familiar. Los padres no debemos escatimar en besos, abrazos y palabras de afirmación y agradecimiento hacia nuestros hijos, por el equilibrio emocional y psicológico de éstos.

 

PIES EN LA TIERRA. OJOS EN EL CIELO
“Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr 22,6). Como cooperadores en la Creación, los esposos, son invitados a ejercer la vocación que abarca el desarrollo y crecimiento de los hijos.

Tenemos un ideal de cómo debe ser nuestra familia, sin embargo, nos encontramos que no sabemos cómo educar a nuestros hijos, cómo transmitirles la fe. Y en la actualidad entran en juego variables tras el confinamiento y pautas nuevas a seguir. A nosotros nos gusta explicarlo con esta frase de Quino, el humorista gráfico creador de Mafalda: “Educar es más difícil que enseñar, porque para enseñar usted precisa saber, pero para educar se precisa ser”. Somos seres miméticos, los padres debemos ser ejemplo en el día a día. De poco sirve decir a los hijos no grites, si las correcciones hacia ellos se hacen alzando la voz; de nada sirve decirles que no se lleven todo el día jugando a los videojuegos o con el móvil o la tablet en la mano, si los padres no se separan del móvil; y por supuesto de nada sirve decirles a los hijos que vayan a misa si los padres vamos poco, rechistando o ni siquiera vamos.

Cristo es una persona que está viva y presente en la Eucaristía, y no está pasivo en el cielo mirando el sufrimiento de los hombres, sino que se hace presente en nuestra vida con hechos concretos. Hacer partícipes a nuestros hijos de las victorias de Cristo en nuestra vida, enseñarles a apoyarse en Él en sus sufrimientos para que ellos mismos puedan tener una experiencia propia de Cristo vivo y resucitado actuando en su vida, que sea para ellos “cual sello sobre su corazón, como tatuaje en su brazo. Porque es fuerte el amor como la Muerte; y las aguas no lo pueden apagar ni los ríos lo pueden anegar.” (Ct 8, 6-7). Ese sello en su corazón, garante de la existencia de Dios y de Cristo Resucitado, no se lo arrebatará nadie.

La misión más importante hoy de la familia es GUIAR HACIA EL CIELO, pues todo lo demás son preocupaciones pasajeras. Me ocupo de lo que puedo hacer, no me preocupo de lo que no me es posible controlar (rezo por ello). Viviendo en este mundo sin perder de vista el objetivo principal, la Vida Eterna.

 

INCERTIDUMBRE VS ESTABILIDAD
¿Qué es necesario para ser feliz? Si fuera posible que se te concediera un solo deseo, ¿cuál sería? Todo cambia tan rápidamente: la tecnología, la moda, incluso las medidas para controlar la expansión del COVD-19. Ello hace caer a la persona en incertidumbre, miedo al futuro e intentar obtener gratificaciones instantáneas y pasajeras. Siempre nos dicen en la publicidad: ¿qué necesitamos?, ¿qué nos falta? Nos hacen falta muchas cosas, también estar rodeado de personas que te amen, que te apoyen, y además gozar de buena salud. Hay personas que aun teniéndolo todo, viven en una insatisfacción constante, pues estamos llamados a la inmensidad.

En la familia podemos encontrar la estabilidad en la imagen de un matrimonio feliz y unido hasta la muerte, que hace ver LA VERDAD DEL AMOR DE DIOS, que es un Amor que no se acaba nunca, que no se agota, que nos ama incluso a pesar de nosotros. Unos hijos que viven en un matrimonio de sus padres unidos y que hacen presente la alegría del amor, creen en el amor y lo buscan en su relación. Ver en el matrimonio de sus padres que el amor es fuerte a pesar de sus defectos e imperfecciones, que existe el perdón y la reconciliación, hará ver a los hijos que la felicidad no pasa por ser perfecto e infalibles, sino por aceptarse, y aceptar y amar al otro aun no siéndolo.

La coordinación entre la función del padre y de la madre es esencial para el equilibrio emocional de los hijos, la educación y la trasmisión de la fe. Establecer entre ambos normas claras y consensuadas, al igual que recompensas o consecuencias, hace que los hijos gocen de estabilidad. Ante el caos, pautas claras; así fomentaremos el sentimiento de seguridad.

Para finalizar, una frase de San Juan Pablo II: “El futuro depende, en gran parte, de la familia, lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz”. Se nos abre un nuevo futuro, en principio incierto y oscuro, donde una vez más, las familias tenemos la misión de llevar la luz de Cristo, dando esperanza al mundo.

 

Javier Fernández y Miriam Vivas
Matrimonio de Acogida COF Aljarafe

 

Fotografía de Cathopic