AVISOS PARA QUIENES EJERCEN EL MINISTERIO DE LECTOR

AVISOS PARA QUIENES EJERCEN EL MINISTERIO  DE LECTOR

– Recuerda que  eres  el altavoz  de  Dios en  la asamblea, porque cuando se  leen  en  la Iglesia  las Sagradas  Escrituras, Dios mismo  habla  a su  pueblo.

– Utiliza siempre los  Leccionarios. En ellos encontrarás siempre la seguridad de  que  la traducción de  la Biblia cuenta con  el apoyo de los Obispos que  son  garantes de la fe de la Iglesia.  No cualquier traducción es apta  para ser  leída en la liturgia.

– Cuida bien los Leccionarios. Procura  que se guarden en lugares dignos cuando no se  utilizan.  En la Liturgia todo entra por  los sentidos. Unos  libros sucios y desencuadernados poco dicen  de  la dignidad e importancia de  la Palabra  de  Dios.

– Prepara  antes de  la celebración la lectura  de  los textos, incluso  leyéndolos en  voz alta.  Ello te  dará  luego  seguridad y entonación adecuada a la naturaleza propia  de  lo que  vas  a  proclamar.

– Si  has  de  leer en  una  iglesia  distinta  de  la que  te  es  habitual, comprueba  la situación acústica y la megafonía .  No todas las instalaciones son  iguales,   no todos los  micrófonos recogen igual  la voz.

– No empieces a correr  hacia  el ambón cuando todavía  el sacerdote está  terminando de  pronunciar  la oración  colecta. Espera  que  termine y se  siente en  la sede. Empieza  entonces a acercarte al ambón, despacio.

– Si  para  acercarte al ambón tienes que  cruzar  por delante del  altar,  haz  una  reverencia. Y si está  el Santísimo en  el sagrario, haz  una  genuflexión .

– Algunos lectores parecen conductores novatos agarrados nerviosamente al volante por el modo  en que  se aferran al ambón. Las manos puedes colocarlas suavemente a los lados del libro.  Nunca atrás ni en los bolsillos que  no son  maneras dignas para  la alta  tarea  que  estás realizando.

– Antes de  comenzar a leer,  espera   a que  todo  el mundo esté  sentado y perfectamente acomodado.  Aun  así,  espera un  instante manteniendo la mirada  hacia  la asamblea. Ello crea  la expectación necesaria.

– Lo que  en el leccionario aparece escrito en letras  rojas está  prohibido leerlo. ¡Acuérdate de los semáforos en  luz roja! Por  eso  no  digas:   primera  lectura, etc.

– No empieces a leer directamente el texto. La asamblea tiene  derecho a saber de  qué  libro de  la Biblia se  va a hacer la proclamación.  Por  ello comienza, según te  indique  el Leccionario: Lectura  de  la carta, etc.

– Al final  de  la lectura   no digas  «Es»  palabra  de  Dios.  Sólo  di: Palabra  de  Dios.

– Al leer,  no olvides  que  te estás dirigiendo  a una asamblea. Tienes  que  mirar de vez en cuando a los que  te escuchan. Es una forma  elemental de  mantener la calidad  de la comunicación. Aprende de  los buenos locutores de televisión  que  siempre miran  a las cámaras. ¿Comprendes por qué  hay  que  preparar la lectura  con  antelación?

– No lee mejor quien  más corre  leyendo, sino quien  mejor vocaliza  y mantiene el ritmo de la lectura, con sus correspondientes pausas.

– Y, sobre todo, asimila  mediante la oración  lo que  vas a leer y sé  el primero  que  testimonies con  tu vida la verdad  de lo que  proclamas.

 

 

 

 


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