Archidiócesis de Sevilla

La iconografía de la Inmaculada Concepción de María alcanza uno de sus puntos culminantes en la obra de Giuseppe Cesari, conocido como el Caballero de Arpino. Este artista italiano, de los últimos años del siglo XVI, es de los que alcanza más éxito en la representación de este misterio de María. Llegó a estar cercano a los Papas de aquel tiempo, y Clemente VIII lo nombró Caballero de Cristo (de aquí el nombre con que es conocido: 'Cabalier d´Arpino').

Coincidiendo con la exaltación del misterio de la Inmaculada, el Caballero de Arpino pintó bastantes obras de este tema para España. De ellas se conservan un cuadro en la Real Academia de Bellas Artes de Madrid, dos en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla (en la imagen), uno en el Palacio Ducal de Medina Sidonia en Sanlúcar de Barrameda, y uno en la Iglesia de Santo Domingo de Lepe (Huelva).

En estas pinturas la Virgen aparece siempre como despegada de la tierra, en una iniciada elevación sobre un paisaje, y rodeada de nubes y motivos decorativos alegóricos, entre los que aparecen a veces las alabanzas de las letanías lauretanas. Las manos siempre juntas, en actitud orante; el manto azul y la túnica color Jacinto, que cae en finos pliegues verticales; una media luna sostiene en el aire a la Virgen 'Tota Pulchra' (Toda Hermosa). En la parte alta unos ángeles coronan a la Virgen, y otros parece como que la sostienen en su elevación al cielo.

El Caballero de Arpino crea un prototipo de pinturas de la Inmaculada, en las que los elementos simbólicos forman parte del paisaje. Su riqueza cromática es contenida, dando al conjunto un sentido del misterio que representa en sus cuadros. Este tipo de Inmaculadas se hizo popular en España, y encajó perfectamente en la Escuela Sevillana de pintura que iba a desarrollar altamente el tema de la 'Tota Pulchra' en sus obras.

Fernando Gª Gutiérrez, S.J.

Delegado Diocesano del Patrimonio Artístico