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Año de la Oración | Cristo de la Vera Cruz, Capilla de San Sebastián (Dos Hermanas)

Celebramos hoy el domingo de Laetare, de la alegría, alegría que se basa en la proximidad de la Pascua, pero también en las palabras que Jesús nos dice hoy en el Evangelio: “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”. El amor es la causa de la pasión y la muerte de Cristo, quién da su vida por nosotros en la cruz por amor. Así nos muestra esta imagen del Cristo de la Vera Cruz, de Dos Hermanas.

La Hermandad del Santo Cristo de la Vera Cruz fue fundada hacia la primera mitad del siglo XVI en la ermita de Santa Ana, trasladándose en 1567 a la Capilla de San Sebastián, donde actualmente reside. Se conservan las primeras reglas, redactadas en 1544.

La imagen del Santo Cristo de la Vera Cruz es una obra anónima del siglo XVI que, según la tradición, llegó a Dos Hermanas procedente del estado mejicano de Michoacán, estando realizada en papelón, técnica que combina tela, papel y pasta de madera, añadiéndose en las realizadas en Méjico otros materiales como la caña de maíz o maderas autóctonas, utilizando como aglutinante colas derivadas de flores como la orquídea entre otras.

Las esculturas realizadas con esta técnica presentaban la ventaja del poco peso, muy conveniente a la hora de procesionar las imágenes, así como el menor coste respecto de las de madera, si bien presentan gran fragilidad.

Hasta los años cuarenta del siglo XX, el Cristo de la Vera Cruz de Dos Hermanas lucía cabellera natural y se cubría con un sudario de tela, conservándose aún varios, entre los que destaca uno de finales del siglo XVIII. Sí presenta corona de espinas. El rostro, de contenida belleza y unción, muestra los ojos cerrados y la boca ligeramente entreabierta, presentando mayor definición en el modelado frente al resto del cuerpo de la imagen, más tosco y arcaico.

Ante la contemplación de esta imagen de Cristo Crucificado, meditamos el comentario del Papa Francisco del Evangelio de este domingo de Laetare: “Al escuchar estas palabras: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito», dirijamos la mirada de nuestro corazón a Jesús Crucificado y sintamos dentro de nosotros que Dio nos ama, nos ama de verdad, y nos ama en gran medida. Esta es la expresión más sencilla que resume todo el Evangelio, toda la fe, toda la teología: Dios nos ama con amor gratuito y sin medida”.

Verdaderamente, como nos dice el Papa, al contemplar esta imagen de Cristo en la cruz, podemos comprobar cómo nos ama, con un amor hasta el extremo, total, que no se reserva nada, que lo da todo, un amor sin medida, que “invita a dejarnos contagiar por este amor y nos enseña a mirar siempre al otro con misericordia y amor”.

Antonio Rodríguez Babío

Delegado diocesano de Patrimonio Cultural


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