Substrato histórico-cultural de las Iglesias orientales (II)

Substrato histórico-cultural de las Iglesias orientales (II)

Retomamos, tras un largo paréntesis determinado por la pausa vacacional y por el último artículo, que estuvo dedicado al himno mariano de tradición bizantina Akathistos, el hilo de la introducción que venimos realizando a las Iglesias católicas orientales. El artículo de hoy es continuación – para quien, eventualmente, necesite “situarse” y quiera releerlo – del publicado en el nº. 346 de Iglesia en Sevilla, correspondiente a la semana del 18 al 24 de junio.

En el artículo en que comenzamos a tratar el substrato histórico-cultural de las Iglesias orientales, se pusieron de manifiesto, esencialmente, dos realidades fundamentales: en primer lugar, que el ámbito inmediato, natural, en que se expandió y desarrolló la incipiente fe cristiana fue el Imperio romano, que, además, constituyó un medio apto para ello; luego, que, puesto que el Imperio romano estaba conformado por pueblos diversos, con culturas y tradiciones muy variadas, el cristianismo, aun permaneciendo homogéneo por la misma y única fe, fue asumiendo, en su manera de vivirse, expresarse y celebrarse y según las diferentes regiones y tradiciones culturales, distintas fisionomías. Lo cual, dicho sea de paso, no fue en absoluto un proceso lineal, fácil y pacífico; prueba de ello son, entre otras cosas, las distintas y numerosas herejías que proliferaron en los primeros siglos del cristianismo, y que son expresión, precisamente, de las vicisitudes de esos procesos de inculturación [Proceso de integración de un individuo o grupo en la cultura y en la sociedad con las que entra en contacto. (Diccionario RAE)] de la fe cristiana.

El mapa que acompaña el artículo, y que muestra la expansión progresiva del Imperio romano hasta alcanzar su máxima extensión bajo el emperador Trajano (s. II d.C.) – originario, por cierto, de Itálica – nos permite situar las cinco regiones más próximas  a la antigua Palestina, desde cuya capital, Jerusalén, comenzó la expansión de la naciente fe cristiana, en donde se fraguarán las cinco grandes tradiciones de las que surgirán las distintas Iglesias orientales:

  1. La provincia de Siria, con su capital Antioquía (no confundir con otra Antioquía, la de Pisidia). El libro de los Hechos de los Apóstoles nos refiere que creyentes en Cristo llegaron a Antioquía muy pronto, con ocasión de la persecución provocada tras el martirio de Esteban (11, 19), que fue allí donde se empezó a llamar a los discípulos “cristianos” (11, 26b), así como pone de manifiesto que la comunidad cristiana de Antioquía adquirirá un protagonismo y una importancia grandes, hasta el punto de provocar la celebración del llamado “concilio” de Jerusalén.
  2. La conocida como Asia Menor (actual Turquía), que engloba las provincias de Cilicia, Capadocia, Licia y Panfilia, Galacia, Asia y Bitinia y el Ponto (todos estos nombres, o algunos de ellos, nos resultarán familiares, pues son citados, en distintos contextos – en especial a propósito de los viajes de San Pablo – también en los Hechos de los Apóstoles). En la última provincia se sitúa una ciudad, Bizancio, que adquirirá una importancia política y religiosa de primer orden en toda esa zona: efectivamente, en el año 330 el emperador Constantino la convertirá en capital del Imperio romano de Oriente y, una vez caído el de Occidente, pasará a serlo del Imperio bizantino: Constantinopla ( la ciudad de Constantino), la nueva Roma.
  3. La provincia de Egipto, con su capital Alejandría. La fe cristiana también llegó pronto a Egipto; según una antigua tradición fue el evangelista San Marcos el que llevó el Evangelio y, por consiguiente, el que fundó esta Iglesia.
  4. Las provincias de Mesopotamia y Asiria. Esta última limita al este con el Reino de los Partos, cuya lucha contra el Imperio romano determinará que la frontera oscile; este hecho constituirá un factor decisivo en la evolución de esta Iglesia.
  5. La provincia de Armenia. Se encuentra, en parte, en la misma situación que la provincia de Asiria con respecto a los Partos, aunque en este caso ello no influirá tanto en esta Iglesia. Armenia fue el primer reino que adoptó el cristianismo como religión oficial de Estado (año 301).

Miguel Ángel Sánchez 


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