Archidiócesis de Sevilla

 

El retablo mayor de Santa María de la Oliva, en Lebrija, es uno de los más significativos de la diócesis de Sevilla. En él todo es extraordinario: la traza del retablo, las esculturas, las pinturas… En esta obra se puede observar el tránsito del manierismo al barroco en los retablos de Andalucía.

 

 

Esta obra genial fue hecha por el gran artista Alonso Cano entre 1629 y 1631, sucediendo a su padre, Miguel Cano, que fue el artista escogido por el Arzobispo de Sevilla para realizar el retablo. Alonso Cano inicia una nueva manera de concebir la gran estructura arquitectónica, apartándose de las fórmulas clasicistas desarrolladas por Juan Martínez Montañés, según indica el Prof. Hernández Díaz. El mérito de Alonso Cano está en un nuevo concepto estructural y decorativo, que empezó el jesuita Alonso Matías en el retablo mayor de la Iglesia de la Anunciación, en Sevilla. Las pinturas para esta obra fueron encargadas al artista Pablo Legot, que también se encargó de la policromía.

 

 

El conjunto es fantástico. En el camarín central aparece la gran imagen de la Virgen de la Oliva, una de las mejores esculturas de Alonso Cano. Dos grandes imágenes de San Pedro y San Pablo, coronan el retablo, que en su centro culminan con una escultura impresionante de un Crucificado. Esta imagen fue encargada a Alonso Cano en 1638. Pero parece que la prosiguió Felipe de Ribas cuando Cano se trasladó a Madrid. Algún experto en historia del arte piensa que fue realizada por José de Arce, dada su enorme similitud con el Crucificado hecho por Arce para la Cartuja de Jerez, que actualmente preside el altar mayor de la Catedral de aquella ciudad.

 

 

No cabe duda que este retablo de Lebrija es uno de los más grandiosos de la diócesis de Sevilla: en él se han reunido grandes artistas, que lograron realizar esta obra extraordinaria que sobresale entre los grandes retablos de la diócesis sevillana.

 

 

 

Fernando Gª Gutiérrez, S.J

Delegado Diocesano del Patrimonio Artístico