Archidiócesis de Sevilla

La representación de Cristo Resucitado es de las más difíciles en la iconografía cristiana. Se trata, nada menos, que de expresar en forma plástica el Cuerpo Glorioso del Señor, tan distinto de las figuras de pasión en las que parece que se esconde la divinidad, y queda sólo visible la humanidad, en iluminada expresión de San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales. Por eso es más difícil el representar con medios materiales la espiritualidad del misterio de la resurrección.

Hay una imagen de Cristo Resucitado, casi oculta en una capilla del antecoro de las Dominicas del Convento de Madre de Dios, de Sevilla. El genial escultor Jerónimo Hernández (1540-1586) tenía la formación adquirida en el taller de otro genio, Juan Bautista Vázquez el Viejo. Aunque no se conservan muchas obras suyas, se le puede considerar el creador de la gran Escuela Sevillana de Escultura. En sus obras es capaz de combinar el naturalismo con el idealismo espiritualizante.

El Cristo Resucitado del Convento de Madre de Dios, de Sevilla, es una muestra de la idealización del misterio que representa, con pocos elementos materiales. Esta imagen procede del antiguo retablo que había en la iglesia, en el que estaba colocada en el ático. A esto se debe el que parezca como un poco abocetada, debido a la altura para la que fue hecha. Sin embargo, su misma simplicidad de líneas ayuda a manifestar la espiritualidad del cuerpo glorioso de Cristo después de su resurrección.

Otra imagen de Cristo Resucitado se encuentra en la Capilla de la Quinta Angustia, en la Iglesia de la Magdalena, de Sevilla. Realizada por Jerónimo Hernández en 1582, presenta una mayor perfección escultórica, alcanzada ya en los últimos años de su vida.

En ambas obras, la genialidad impresionante de este artista pone de manifiesto su capacidad de expresar en madera la sobrenaturalidad de este misterio.

Fernando Gª Gutiérrez, S.J.

Delegado Diocesano del Patrimonio Artístico