¿De dónde viene este deseo de la adopción?

Con 18 años trabajé como voluntaria con las hermanas de la Madre  Teresa de Calcuta, en un centro para niñas con necesidades en Rumanía. Allí se me plantearon dos caminos:  “O me enrolo en este equipo de hermanas, o me caso con Jorge y tenemos una familia abierta a la vida”. A la vuelta de este viaje le conté estos sentimientos y él también sintió esto como bueno para su familia futura. A los cuatro años de noviazgo nos casamos, nació nuestra primera hija y con la segunda iniciamos el proceso de adopción. Adoptar para nosotros siempre ha sido una primera elección; es un llamada física porque te llaman para preguntarte, pero también tienes la llamada del corazón. Nuestra vocación y nuestra paternidad responsable era dirigirla a la adopción. Ha sido el hijo más responsable en el sentido de haber sido el más esperado (económicamente, emocionalmente…).

¿Por qué China?

De China vimos la vía del pasaje verde, que es la vía paralela a la ordinaria (niños sanos). Tú sabes que tu hijo tiene una patología o varias. Dijimos un sí, sin condiciones. Es una elección dura, pero por mi experiencia –trabajo en un colegio de necesidades especiales– sé que es posible la integración de las capacidades. Sé que no es una losa, es un regalo. Nos enseñaron el informe médico, sin fotos y leímos:  “Tretratología de Falot, microtia auditiva en el oído izquierdo”. Y dijimos:  “Es la ecografía de mi embarazo, es mi niño”.

¿Cómo fue el primer encuentro?

Viajamos a China el 5 de enero de este año, y el día 7 la responsable del orfanato y la cuidadora nos llevaron a Bao al hotel. Allí entró mi pequeño con un tomate cherry en la mano y con la otra agarraba el dedo índice de su cuidadora. Cuando nos encontramos, le soltó y le dijo  “Mamá”  dirigiéndose a mí, y cambió el dedo. Nosotros sabíamos quién era él, pero él no sabía nada de nosotros. Es un momento de mucha tensión, pero con fe y amor sale bien.