La clave no estaba en tener que ser padres perfectos -que nunca seremos-, siempre en lucha y con sentimientos de frustración, sino padres que nos quisiéramos bien y por ello, trabajar positiva y humildemente en la construcción de nuestra familia como la empresa más importante de nuestras vidas.

Cuántas veces hemos escuchado y proclamado cuando nos encontrábamos en situaciones en las que no sabíamos por dónde tirar que “los hijos -y la vida, añado yo- vienen sin manual de instrucciones”. Hoy podríamos decir, salvando las distancias, que vienen como los móviles de última generación que requieren auto aprendizaje, educación y manuales para su buen uso.