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Y TODO POR EL BAUTISMO

 

En estas últimas semanas, el Papa Francisco, nos ha hablado del bautismo, la común gran dignidad de todos los bautizados y su relación con la Iglesia.

 

Recordemos lo que dijo Jesús a Nicodemo cuando fue a hablar con el: “en verdad te digo, Nicodemo, el que no nazca de nuevo del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el Reino de Dios”. Luego el bautismo es como un nuevo nacimiento a la vida de Dios, ya que, en ese momento “la vida y el amor de Dios fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”, como nos recuerda San Pablo en la carta a los romanos.

 

Por el bautismo todos somos incorporados al Nuevo Pueblo de Dios, nacido de la Nueva Alianza, sellada con la sangre de Cristo. Luego todos los bautizados seglares, sacerdotes, consagrados, obispos y Papa somos incorporados al Nuevo Pueblo de Dios.

 

Todos tenemos una gran común dignidad y una igualdad esencial. Por el bautismo todos somos hechos hijos de Dios en su unigénito Hijo, Cristo Jesús, por nuestra incorporación a Cristo en su muerte y en su resurrección. Y por eso, como nos decía el beato Juan Pablo II: “al salir de las aguas de la Sagrada Fuente, cada cristiano vuelve a escuchar la voz que un día fue oída a orillas del río Jordán”. Tú eres mi hijo amado, “Antonio”, tú eres mi hija amada, “María”. Pon tu nombre hoy tu mismo, tu misma y comienza a llamar a Dios, Padre, papá, con ternura de hijo.

 

Una anécdota. Un periodista preguntó al Papa Juan Pablo II ¿Cuál había sido el día más grande de su vida? Y cuando todos estaban esperando que contestase que era el día en que fue elegido Papa, dijo con toda naturalidad y sencillez: “el día más grande de mi vida fue el día de mi bautismo”. Y siempre que fue a Polonia y tuvo la oportunidad fue a visitar la pila bautismal donde él nació a la vida de Dios por obra del Espíritu Santo, porque como decía el mismo Papa: “el Espíritu Santo es el que constituye a los bautizados en hijos de Dios y al mismo tiempo en miembros de Cristo y en miembros de su cuerpo que es la Iglesia.”

 

El Papa Francisco, al terminar la primera catequesis sobre el bautismo, con su estilo directo e interpelante, preguntó a los miles de personas que llenaban la plaza de san Pedro: “¿Cuántos de vosotros sabéis el día que fuisteis bautizados?” y repitió una vez más: “¿Cuántos?” y él mismo contestó: “pocos”. Y a continuación añadió: “voy a proponeros una tarea a todos: que averigüéis el día de vuestro bautismo y empecéis a celebrar el día más grande de vuestra vida”. Tú ¿no vas a averiguar el día de tu bautismo para celebrarle con alegría, como el gran acontecimiento de tu vida?

 

Esta misma recomendación hizo el Papa en las tres catequesis que hizo sobre el bautismo, queriendo subrayar la gran importancia del bautismo.

 

El Espíritu Santo unge al bautizado, le imprime su sello indeleble y le constituye en templo del Espíritu Santo, en morada de la Trinidad, como nos dice repetidamente San Pablo. Todos los bautizados somos templo del Espíritu Santo.

 

Todos los bautizados tenemos una común vocación a la santidad, a vivir la caridad en plenitud aunque por distintos caminos y con distintos carismas.

 

El Papa Francisco insistía mucho, en una de sus catequesis en que, por bautizados, todos éramos discípulos y misioneros. “Todos discípulos de Jesús”, dijo el Papa, “los seglares son discípulos y los sacerdotes y consagrados” y con cierto gracejo añadió: “y los obispos y el Papa son también discípulos”.

 

Los bautizados somos todos misioneros. Escuchemos las palabras de Jesús: “como Tú, Padre, me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo” (Juan, 17-18). “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda la creación”. “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo y seréis mis testigos…….hasta los confines de la tierra” (Hechos, 1-8).

 

Con razón decía el Papa Pablo VI en su encíclica sobre la evangelización: “Nosotros queremos confirmar, una vez más, que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de toda la Iglesia, una misión y tarea cada vez más urgente. Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de toda la Iglesia, su identidad más profunda.”

 

Ella existe para evangelizar. La evangelización es tarea de todos, es tarea de toda la Iglesia. Todos evangelizadores y jerarquía y laicos corresponsables en la tarea evangelizadora según sus carismas. Y el Papa Benedicto XVI dijo varias veces: “Los cristianos están en el mundo para evangelizar”.  

 

Resumiendo podemos decir que, por el bautismo, todos somos Nuevo Pueblo de Dios, Hijo de Dios en el Hijo, templo del Espíritu Santo, miembros de Cristo, miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, llamados todos a la santidad. Todos discípulos y misioneros, jerarquía y laicos corresponsables en la tarea de la evangelización.

 

Ojala que cada uno de nosotros averigüe ya el día de su bautismo y comencemos a celebrar con gozo y con alegría el día más grande de nuestra vida y comencemos a llamar a Dios, Padre, Papá con el cariño y la ternura de verdaderos hijos.

 

Seguiremos reflexionando.

Con el cariño de PUBLIO ESCUDERO

 


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