Archidiócesis de Sevilla

Uno de los valores más estimados en el cual se sustenta la relación entre las personas, es la confianza. Es decir, estar seguros de contar con el apoyo de aquel del que uno se fía. Es la seguridad de la comprensión, de la ayuda, del perdón.

Ante la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, se nos propone como reflexión un texto de San Pablo a su discípulo Timoteo. Es el momento en el que se le pide a San Pablo que dé explicación de la situación, un tanto lamentable, en la que se encontraba. Unos y otros le recordaban el olvido de tantas personas a las que él había ayudado. San Pablo no se cansaba de repetir: ?sé muy de quién me he fiado, en quien tengo puesta mi fe? (2 Tim. 1, 12).

Este texto es sumamente consolador. El tener la seguridad de que Dios está a nuestro lado, que su Hijo Jesucristo camina al ritmo de nuestro paso. Que sus manos nos sostienen. Que su enseñanza nos ilumina. Que los signos que realizó continúan entre nosotros llenándonos de la gracia de los sacramentos. Todo ello es motivo para decir una y otra vez: nos hemos fiado de Jesucristo. Esta es nuestra fuerza. Esta es nuestra seguridad en la fe.

Pero tenemos que pensar que esas palabras, ?sé de quien me ha fiado?, también están en la voluntad salvadora de Jesucristo. Él se ha fiado de nosotros para que demos testimonio de su resurrección, para que seamos signos creíbles de la vida del Señor a nuestro lado.

Es Cristo el que dice: yo sé de quien me he fiado. Confío en ti joven, porque te necesito para que seas mi testigo, para que mi palabra llegue a todos los hombres y mujeres, para que seas ministro de la caridad y de los sacramentos, para que estés cerca de los más desvalidos de este mundo, para que anuncies mi nombre en un envío misionero a todas las partes del mundo.

Cristo tiene confianza en la familia, para que ayude a su hijo cuando sienta la vocación, y le apoye para realizarla. No solamente no poniendo ningún obstáculo, sino contribuyendo de una forma activa y acompañándolo durante todo el proceso en el que debe realizarla.

Cristo confía en las parroquias, en las comunidades religiosas, que harán todo lo posible para que en ellas vayan surgiendo vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada. Si Cristo se fía de nosotros, ¿qué derecho tenemos a desconfiar?

Cristo espera de nuestra Iglesia Diocesana, que en todas las estructuras que la componen, en los distintos ministerios, delegaciones, oficinas, actividades? Todo ha de servir para evangelizar. Pero sin evangelizadores no es posible llevar a cabo esta misión tan importante e ineludible en la vida cristiana.

Cristo se fía de nosotros y, al mismo tiempo, hace resonar su llamada, especialmente entre aquellos jóvenes, de los que espera una respuesta generosa.

Camino para hablar con Dios es la oración. En ese coloquio íntimo, personal y comunitario, pediremos incesantemente que nos envíe aquellas vocaciones que necesitamos tanto a la vida sacerdotal como a la consagrada. Vocaciones auténticas, que sean verdaderos testigos del Señor resucitado que está cerca de nosotros.

El Señor se ha fiado de una manera especial de los sacerdotes, de los catequistas, de los profesores de religión, de los animadores de la liturgia, y de todas y cada una de las actividades diocesanas y parroquiales. En esta ocasión, esa confianza es una llamada a que participen de una forma activa y eficaz, en los distintos programas que, para la animación de las vocaciones, ha propuesto la Delegación Diocesana de Pastoral Vocacional.

Yo sé de quien me he fiado y Cristo se ha fiado de mí. Palabras que nos llenan de gozo y de responsabilidad. No nos va a faltar la gracia del Señor y tampoco el acompañamiento de la Iglesia. Pidamos, por intercesión de María, las vocaciones sacerdotales y consagradas para la Iglesia.

Con mi bendición,

+ Carlos, Cardenal Amigo Vallejo
Arzobispo de Sevilla