El arzobispo exhorta a “ofrecer un testimonio vivo de verdadera alegría” durante su nombramiento como Caballero de honor del Pilar de Zaragoza
El pasado sábado, 16 de diciembre, la Parroquia de San Pedro acogió una Eucaristía en acción de gracias por el nombramiento como Caballero de honor del Pilar de Zaragoza del arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz. La Misa estuvo presidida por el propio arzobispo, y estuvo concelebrada por el arzobispo de Zaragoza, monseñor Carlos Manuel Escribano. Durante la ceremonia también se llevó a cabo un hermanamiento entre la asociación y la Hermandad de la Virgen del Pilar y Santiago Apóstol, de Sevilla.
Ante este nombramiento, monseñor Saiz aseguró sentirse honrado y agradecido.
La celebración se enmarcó en el Año Extraordinario por el DCCLXXV Aniversario del origen de la Hermandad de Mª Stma. del Pilar y Santiago Apóstol, con sede en esta parroquia hispalense, y estando dedicado al “Año Velázquez”.
Monseñor Saiz comenzó su homilía recordando que la liturgia del día invitaba “a la espera de Jesús, a la vigilancia activa desde una actitud de alegría profunda, fruto de la vida en Cristo”. Sin embargo, lamentó que hoy día hay todavía muchas personas que no conocen a Jesús “ni tienen interés por conocerlo”. “¿Cómo es posible esta falta de interés?”, se preguntó. Como respuesta, reflexionó sobre cómo en todas las culturas “encontramos cuestiones sobre el origen y el final de la vida, sobre el bien y el mal, sobre la verdad. Y quien busca la verdad y el bien, en el fondo, está buscando a Dios”, concluyó.
A continuación, se refirió a estas fechas navideñas, que llena las calles y los centros comerciales, pero en las que “muchos sienten un vacío y se preguntan por qué no son felices si lo tienen todo. Pero es que solo Dios puede saciar su sed profunda de trascendencia, solo en Él pueden encontrar la alegría plena de la que habla la liturgia”.
Por otro lado, exhortó a los presentes a “estar atentos al paso de Dios en nuestra vida” e insistió en que “estamos llamados a ser testigos de la luz en un mundo lleno de tinieblas”. “Sin imposiciones -matizó-, pero con la conciencia clara de que hemos sido llamados a ser testigos de Jesucristo en medio del mundo”.
Finalmente, hizo hincapié en la importancia de ofrecer “un testimonio vivo de verdadera alegría”, especialmente en este tiempo de Adviento. Una alegría que debemos encontrar también en tiempos de tribulación, porque -añadió- el dolor no es una carga inútil o deprimente, algo a evitar a toda costa, sino que se puede convertir en colaboración eficaz en la obra de la salvación si se une a la Cruz de Cristo; se convierte en fuente de santificación y de alegría”.
El arzobispo concluyó su homilía refiriéndose al 775 aniversario de la restauración del culto cristiano de la ciudad de Sevilla por San Fernando.
