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XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.

El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.

Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,  les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.  Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.

Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.  Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.

Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.

Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.

Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.  Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,  diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.

El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?  Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.  Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».

 

Comentario de Antonio J. Guerra

Is 55,6-9; Sal 144; Flp 1,20c-24.27a; Mt 20,1-16

 

El Evangelio de hoy nos presenta un episodio, cuya enseñanza puede hacernos creer que el Señor es injusto. Se trata de la parábola de los trabajadores de la viña, cuyo dueño reparte el salario de forma un tanto desconcertante. El dueño sale en busca de jornaleros a distintas horas del día, llamando la atención que contrate hasta casi al finalizar la jornada. La sorpresa alcanza su cenit en el momento de la retribución salarial, pues comienza por los últimos en llegar, a los cuales paga el salario del día completo. Los últimos en recibir la paga se sienten ofendidos, pues pensaban que el dueño iba a retribuir conforme a lo trabajado, en dos palabras, que “merecían más”, ya que habían trabajado más que los últimos. El dueño se defiende dejando claro que les ha pagado lo convenido, pero que sus bienes son sus bienes, que él reparte según su bondad y no conforme a los méritos de los trabajadores.

 

Esta parábola responde a la pregunta que Pedro ha formulado a Jesús, un poco antes del texto proclamado hoy, a propósito del premio que recibirán los apóstoles por seguirle (Mateo 19,27 “lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué recibiremos pues?”).

 

La liturgia del día, a fin de prepararnos para la enseñanza de la parábola, nos propone la lectura del profeta Isaías donde Dios deja claro que: “mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”. En el Evangelio es fácil identificar en el dueño que contrata para su viña a los trabajadores, al mismo Dios que invita a todos a trabajar en su Reino. Jesús plantea las reflexiones más profundas (sobre la esencia de Dios y sobre la realidad del Reino) en forma de “cuento” – parábola con el fin de que el que las escuche las vaya asimilando adecuadamente. De la de hoy podemos extraer varias características de Dios:

1. generosidad sin límites para con quien está necesitado (contratación de los parados a última hora y pago del salario total);

2. Dios “paga” en función a su bondad, no a nuestros méritos. Mientras nuestra mentalidad nos lleva a contabilizar las “horas” que trabajamos para Dios, y en especial, tener una fijación por las “horas” que los demás dedican al Señor, la mentalidad de Dios va por otro lado, porque Él no se rige tanto por la justicia de nuestro mundo, sino por la gratuidad sin límites. ¿Qué nos va a tocar entonces, a nosotros que trabajamos para ti, Señor?, podríamos repetir con San Pedro.

Que la Eucaristía nos ayude a contemplar la generosidad de Dios y a sentir su Bondad y su Misericordia, para que poco a poco nos sintamos orgullosos de trabajar para su viña, y experimentemos la alegría de trabajar para Él. Que Jesús, camino, verdad y vida nos enseñe a sentirnos hijos de este Padre Bueno que nos necesita para su viña.

 


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