Pascua del Enfermo | ‘Oh Señor, haz que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar’

Pascua del Enfermo | ‘Oh Señor, haz que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar’

En la Archidiócesis de Sevilla, poco menos de mil agentes de la Pastoral de la Salud dedican parte de su tiempo a visitar, acompañar y consolar a las personas que sufren dolencias físicas y espirituales.

Daniel Soto (Sevilla, 1980), es uno de los llamados a practicar la “projimidad” con los más vulnerables. Él tiene la dicha de compaginar su profesión de enfermero con su vocación cristiana. “Durante años llevé pegada la oración de san Francisco de Asís en el reverso de mi tarjeta profesional identificativa como recordatorio de mi doble vocación: ‘Oh Señor, haz que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar, ser comprendido, sino comprender y ser amado, sino amar’.

Está casado con Ana Piedra desde hace 15 años. Padre de seis hijos y en espera del séptimo en unos meses.  En relación a su vida profesional es enfermero de profesión y vocación. Ha trabajado en España y Reino Unido, durante siete años. En la actualidad es profesor de formación profesional. Pertenece a la Parroquia Concepción Inmaculada, de Nervión.

¿Cómo surgió su vinculación con la Pastoral de la Salud?

Cuando estudiaba la carrera conocí a un paciente que había tenido una vida disoluta. Estaba muy enfermo y había que amputarle una pierna. Además del sufrimiento físico, tenía un gran sufrimiento espiritual porque estaba solo. Viendo su angustia vital, le recomendé que hablara con el capellán del hospital. Hasta entonces, él no se había planteado esa opción porque estaba alejado de la Iglesia, sin embargo, lo hizo y le dio mucha paz.  Entonces entendí que además de cuidar de nuestro cuerpo, todos estamos necesitados de apoyo espiritual, lo que me hizo colaborar con la Pastoral de la Salud en los distintos hospitales en los que he trabajado desde el año 2010.

Al llegar a Sevilla, mi párroco solicitó ayuda para apoyar la Pastoral de la Salud después del COVID, porque la imposibilidad de visitar enfermos durante la pandemia hizo que esta pastoral se enfriara en nuestra parroquia y muchas otras. La Iglesia siempre me ha cuidado y me ha dado mucho, así que me parecía merecido devolverle algo de mi tiempo en un campo en el que tengo experiencia.

«Dar esperanza en la tristeza» es el lema de la Jornada del Enfermo elegido para este año. ¿Cómo vive desde su servicio a la Pastoral de la Salud esta premisa?

La desesperanza es la gran epidemia de este siglo. Sólo hay que ver el aumento de las enfermedades mentales como la depresión, el incremento del suicidio en los jóvenes occidentales y el aislamiento social que viven muchas personas.

Devolver la esperanza pasa por el reconocimiento de la dignidad de cada individuo y acompañarlos para que no se sientan solos y olvidados. En mi experiencia, acompañar al que sufre es enormemente valorado por los enfermos, probablemente porque les devuelve la humanidad que parece que el sufrimiento y la enfermedad les quitan. Esto es frecuente, por ejemplo, con los enfermos terminales o los abandonados socialmente. Siempre se puede acompañar y cuidar al que sufre, para devolverle su condición humana y de hijo de Dios.

Enfermero y cristiano. Una bendición poder compaginar ambas vocaciones, ¿no es así?

Durante años llevé pegada la oración de San Francisco de Asís en el reverso de mi tarjeta profesional identificativa como recordatorio de mi doble vocación: “…Oh Señor, haz que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar, ser comprendido, sino comprender y ser amado, sino amar.”

Para que alguien que está mal, vuelva a estar bien, otro tiene que poner de su esfuerzo y de su amor desinteresado. Al menos esta es mi experiencia de lo que Jesús hace conmigo: me restaura, me dignifica y vuelta a empezar. Cuidar de los enfermos me acerca a Dios. En ellos se puede ver el rostro amoroso de Jesús.

¿Cómo animaría a otras personas a sumarse a este servicio a los enfermos?

La encíclica Spe Salvi dice que la grandeza de la humanidad está relacionada con la forma en que tratamos al que sufre. Es un privilegio que las personas, en su máximo momento de vulnerabilidad, te abran una puerta a su vida y su intimidad, en ocasiones hasta el punto de poder formar parte de la biografía o historia de esa persona.

El sufrimiento, la enfermedad y la muerte es un rasero que nos iguala a todos. El pobre y el rico, el sabio y el torpe. Se trabaja con la esencia de la persona, sin máscaras. Trabajar en ese entorno es muy bonito. Es mucho más lo que se recibe que lo que se da.

¿Qué le ha aportado espiritual y humanamente la Pastoral de la Salud?

Hoy día se habla mucho de los “influencers” y de cómo impactar en el mundo. La Pastoral de la Salud está alejada de la pompa y los focos grandilocuentes, ocurre en la intimidad de un salón o al pie de una cama, y sin embargo, tiene una resonancia asombrosa y de gran trascendencia para el enfermo y el agente de pastoral. ¡Eso sí que es una verdadera influencia!

En el evangelio del Samaritano, Jesús termina diciendo: “Haz tú lo mismo”. Esto es lo que aporta la Pastoral de la Salud, poder participar y disfrutar del amor de Dios con los enfermos.

Estar en contacto con el sufrimiento, la enfermedad y la muerte también me ha ayudado a trivializar las pequeñas dificultades ordinarias a las que a veces le he dado excesiva importancia. Me ayuda a tener una vida más auténtica. Para mí ha sido un privilegio acompañar a tantos enfermos y sus familias, aliviar al que sufre, o presenciar la fe en el que se prepara para una muerte santa. Cada uno de estos testimonios me ha ayudado a confirmar la esperanza de la Resurrección.


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