Nochebuena en la calle

Nochebuena en la calle

En medio de tanta celebración, regalos, villancicos y encuentros familiares en torno a una mesa, pocas realidades nos devuelven más fielmente al misterio de Belén, a aquella noche santa en la que una pareja no encontraba posada, que la lacerante realidad de tantas personas que, como si nada cambiara, repitiendo rutinas con frío o calor, pasarán la Nochebuena en la calle, al resguardo de otro portal, quizás el nuestro, y la esperanza maltratada por una vida hecha jirones. Entonces fueron los pastores quienes hicieron aquella noche más llevadera, el 24 de diciembre tomarán su relevo los voluntarios de los grupos de Cáritas que patearán las calles de sus feligresías a la búsqueda de vidas rotas. Les guía la fe, el relato de un Dios que se encarnó hace más de dos mil años en la fragilidad de un pesebre, en la más absoluta pobreza.

Cerca de quinientas personas sin hogar fueron atendidas el pasado año por los voluntarios y profesionales de Cáritas en Sevilla. Una cifra que se ha quedado anclada en las estadísticas de la pobreza como algo estructural, y un dato sin remedio aparente frente al que se revela un grupo de hombres y mujeres, pertenecientes a cinco proyectos eclesiales, que cada día se echan a la calle para acompañar a esas personas para las que la vida probablemente carece de sentido y no tienen más horizonte que esperar al raso un nuevo amanecer. También lo harán en Nochebuena.

Marciano es uno de los voluntarios del programa Levántate y anda de la Cáritas parroquial de San Vicente Mártir. Nunca entra a valorar los motivos que han llevado a “nuestros amigos” a dormir en la calle, no es su prioridad. “Nuestro mayor regalo –afirma- es ver cómo, a la larga, esa persona sale de una situación de penuria y se reinserta en la sociedad”. Las rutas nocturnas son duras, pero aleccionadoras, y Marciano reconoce que ha “aprendido mucho de ellos, me han enseñado cómo luchar, cómo son capaces de salir adelante…”

Para Cinta, periodista y alumna de la Facultad de Teología San Isidoro, “acompañar desde Cáritas San Vicente a personas en una situación de máxima exclusión y vulnerabilidad ha cambiado mi percepción del ejercicio de la caridad desde la Iglesia”. También ha transformado su corazón. Cinta, al igual que todos los voluntarios que dejan en Nochebuena el calor del hogar, sabe que nada compensa el abismo de la soledad. Por eso, es consciente de que “no podemos fallarles ese día”. Y esa noche está marcada de forma especial en el calendario, “es una noche para no faltar, para no privarles de unos minutos de conversación, para dejarles un poco de calor humano navideño”.

Las horas que nos introducen en la Navidad están cargadas de historias de vidas maltrechas entre el frío y el silencio de la noche. Al amparo de soportales y rezando para que no llueva, se cruzan miradas y se escuchan palabras que calientan el alma y suponen, quién sabe, un hilo de luz al final de un túnel que sepulta tantas vidas. Pilar, otra voluntaria de este quipo parroquial, entiende que “la casualidad es la manera que tiene Dios de mantenerse en el anonimato”. De esta forma resume los vericuetos que les llevaron a salir a las calles para acompañar a estos desheredados de la fortuna, a los que “no se les mira, no se les sabe mirar, se les enjuicia”. Son conscientes de sus limitaciones, llegan hasta donde pueden, pero “al menos, no dejemos de ofrecer lo que podemos: el modo que el Señor tiene de tratar a los demás”.

 


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