No tengáis miedo

No tengáis miedo

Comenzamos un nuevo año litúrgico con el primer domingo de Adviento. Tiempo de esperanza en un mundo complejo y lleno de tensiones a causa de acontecimientos diarios en el presente y por la incertidumbre ante el futuro. Los cristianos, que formamos parte de este mundo, participamos también de la tensión, de la inquietud y de las ansiedades ante el futuro del hombre y del mundo; pero, por encima de todo, el cristiano es el hombre de la esperanza. Adviento significa venida, la venida del Señor. Venir es hacerse presente. Se hizo presente en la tierra con la Encarnación, naciendo de la Virgen, viviendo entre los hombres como uno de tantos; se hace presente ahora por medio de la gracia; se nos hará presente en visión después de nuestra muerte cristiana.

Todos estamos invitados a hacer nuestro personal proyecto de Adviento, que ha de ser sobre todo un propósito de acogida del Señor que viene y de reavivar nuestra confianza en Él. La confianza que nace de la seguridad de la persona que se siente amada. La palabra de Isaías, que escuchamos en este domingo, se concreta en una plegaria confiada: “Tú eres nuestro Padre; nosotros somos la arcilla y Tú el alfarero”. El Adviento es también un tiempo propicio para revisar nuestros deseos y confianzas, nuestras esperanzas y nuestros compromisos en nuestra vida personal y en la de nuestras comunidades cristianas. El Adviento nos invita a estar vigilantes y a revisar si somos suficientemente generosos y activos en la edificación del Reino de Dios.

La reciente Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa nos ha situado frente a la realidad de los jóvenes, de su presente y de su futuro. Es preciso que los sepamos escuchar, tanto sus deseos y aspiraciones como sus críticas y lamentos, que estemos atentos, sobre todo, a sus necesidades. La finalidad de la Pastoral con Jóvenes es propiciar en ellos un encuentro con Cristo que transforme su vida, que les cambie el corazón, porque ese encuentro con Cristo los llevará a una experiencia de Iglesia, de pertenencia a una gran familia, y también a vivir su compromiso cristiano en medio del mundo. Debemos confiar en los jóvenes, ayudarles a sentirse miembros de la Iglesia, protagonistas de la misión evangelizadora, artífices de la renovación de la sociedad.

Por eso, al comenzar un nuevo año litúrgico, quiero ofrecer esta carta pastoral a los jóvenes, que, a primera vista, tienen una percepción de la Iglesia con sentimientos encontrados. Unos la ven como algo propio de personas mayores; otros la ven como una fuente de prohibiciones, alejada de sus problemas y de la forma de pensar mayoritaria en la sociedad; pero también hay jóvenes que descubren una Iglesia que está a su lado, que da sentido a sus vidas y que realiza un esfuerzo generoso y desinteresado por los más pobres y excluidos de la sociedad; por eso muchos jóvenes se implican en las actividades que la Iglesia organiza.

Si en algo ha insistido el papa Francisco a los jóvenes ha sido en que no tengan miedo, continuando un camino iniciado por San Juan Pablo II en el comienzo de su pontificado, que siguió también el papa Benedicto en múltiples ocasiones; por eso finalizó la homilía de la Santa Misa del envío de la JMJ de Lisboa con estas palabras: «A ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo, y está bien que quieran cambiar el mundo y que quieran luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad a la vida, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra, necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, Jesús hoy les dice: “No tengan miedo”. “No tengan miedo”».

+ José Ángel Saiz Meneses

                     Arzobispo de Sevilla               


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