Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz

Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz

 “Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el Covid para trazar juntos caminos de paz” es el título del mensaje del papa Francisco para la 56 Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el 1 de enero.

La Santa Sede ha hecho pública la reflexión que gira en torno a dos temas: la pandemia del Covid y la guerra en Ucrania.

La pandemia nos sumió en medio de la noche, escribe el Pontífice, “desestabilizando nuestra vida ordinaria, trastornando nuestros planes y costumbres, perturbando la aparente tranquilidad incluso de las sociedades más privilegiadas, generando desorientación y sufrimiento, y causando la muerte de tantos hermanos y hermanas nuestros”.  Además, “no podemos olvidar cómo la pandemia tocó la fibra sensible del tejido social y económico, sacando a relucir contradicciones y desigualdades. Amenazó la seguridad laboral de muchos y agravó la soledad cada vez más extendida en nuestras sociedades, sobre todo la de los más débiles y la de los pobres”.

En este sentido, “la pandemia parece haber sacudido incluso las zonas más pacíficas de nuestro mundo, haciendo aflorar innumerables carencias”. Por ello, “transcurridos tres años ha llegado el momento de tomarnos un tiempo para cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar —de forma personal y comunitaria—; un tiempo privilegiado para prepararnos al día del Señor”, afirma el Santo Padre.

¿Qué hemos aprendido de esta situación pandémica?

“Ya he dicho varias veces que de los momentos de crisis nunca se sale igual: de ellos salimos mejores o peores. Hoy estamos llamados a preguntarnos: ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor?”

“Seguramente -escribe el papa Francisco- después de haber palpado la fragilidad que caracteriza la realidad humana y nuestra existencia personal, podemos decir que la mayor lección que nos deja en herencia el COVID-19 es la conciencia de que todos nos necesitamos; de que nuestro mayor tesoro, aunque también el más frágil, es la fraternidad humana”.

De esta experiencia “ha surgido una conciencia más fuerte que invita a todos, pueblos y naciones, a volver a poner la palabra ´juntos’ en el centro”.

En esta línea, “¿qué se nos pide, entonces, que hagamos? En primer lugar, dejarnos cambiar el corazón por la emergencia que hemos vivido, es decir, permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico. Ya no podemos pensar solo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común, con un sentido comunitario, es decir, como un nosotros abierto a la fraternidad universal”.


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