LECTURAS DEL XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
LECTURAS DEL DOMINGO 12 NOVIEMBRE
Primera lectura
Sab 6, 12-16.
Quienes buscan la sabiduría la encuentran
Radiante e inmarcesible es la sabiduría, la ven con facilidad los que la aman y quienes la buscan la encuentran.
Se adelanta en manifestarse a los que la desean.
Quien madruga por ella no se cansa, pues la encuentra sentada a su puerta.
Meditar sobre ella es prudencia consumada y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones.
Pues ella misma va de un lado a otro buscando a los que son dignos de ella; los aborda benigna por los caminos y les sale al encuentro en cada pensamiento.
Salmo
Sal 62. 2abc. 2d-4. 5-6. 7-8
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- Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
- Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
- ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.
- Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.
- En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo.
Segunda lectura
1 Tesalonicenses 4, 13-18.
Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto.
No queremos que ignoréis, hermanos, la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza.
Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto.
Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor: nosotros, los que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto; pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar; después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, por los aires.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Evangelio
Mt 25, 1-13
¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz: “¡Qué llega el esposo, salid a su encuentro!”.
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.
Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”.
Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
Comentario bíblico de Antonio Guerra (Sb 6,12-16; Sal 62; 1Ts 4,13-18; Mt 25,1-13)
La parábola de las diez jóvenes, cinco sabias y cinco necias, forma parte del “discurso escatológico” (Mt 24-25). El evangelista pretende conseguir un doble propósito: mantener viva la certeza del retorno del Señor e indicar cómo comportarse durante este tiempo de vigilancia. La parábola ofrece una sabia enseñanza: lo que cuenta es “estar preparados”, ya que no se sabe ni el día ni la hora, así todos los momentos son decisivos para la salvación.
La parábola tiene por escenario una fiesta de bodas, símbolo de la felicidad perfecta, de la alegría infinita. Mateo quiere ilustrar la actitud del verdadero discípulo. Esta actitud consiste en velar, en estar siempre a punto para recibir al Señor, pues puede tardar o anticiparse. Y ese momento será definitivo en nuestra vida: el momento del encuentro con Dios.
En esta parábola, la existencia humana se compara a una salida en vista de un encuentro. Aquí reside el núcleo de la esperanza cristiana: el creyente sabe que su vida no procede hacia la nada, sino hacia el abrazo con “alguien”, con una persona. Jesús invita a una espera inteligente que haga crecer el deseo del encuentro definitivo con él.
Salir al encuentro es una expresión técnica para indicar la acogida del soberano y del emperador en su visita oficial a una ciudad (parusía). El esposo es la figura que hace referencia a la experiencia más alta de la vida humana: la entrega de sí mismo en el amor recíproco y complementario. Esta entrega que apunta a la comunión es la salida de la soledad primordial recogida en el Génesis, según la cual “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,18). La historia de la salvación se caracteriza porque la recorre este anhelo de comunión. La imagen de tener la lámpara encendida para ir al encuentro del esposo indica el papel activo que juega el ser humano en su relación con Dios.
Para reflexionar:
- “Serán los dos una sola carne”. La Biblia ilustra la relación de Dios con el hombre con muchas imágenes, entre ellas está la metáfora de la relación nupcial.
- Las vírgenes recuerdan al pueblo de Dios, de Israel. En medio de este pueblo los hay que viven solo mirando a las necesidades inmediatas, y al mismo tiempo existen los que son capaces de tener una mirada más allá y viven con la capacidad de hacer discernimiento.
- Jesús nos llama a estar en vela. En la parábola, velar no significa resistirse al sueño, porque de hecho todas las jóvenes, necias y prudentes, se quedan dormidas en la espera del novio.