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LECTURAS DEL XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

XXXI  Semana del Tiempo Ordinario. III Semana del Salterio

LECTURAS DEL DOMINGO 5 NOVIEMBRE

Primera lectura

Malaquías 1, 14b — 2, 2b. 8-10

Os habéis separado del camino recto y habéis hecho que muchos tropiecen en la ley.

«Yo soy un gran rey, dice el Señor del universo, y todas las naciones temen mi nombre.

Esto es lo que os mando, sacerdotes: Si no escucháis y no ponéis todo vuestro corazón en glorificar mi nombre, dice el Señor del universo, os enviaré la maldición. Os habéis separado del camino recto y habéis hecho que muchos tropiecen en la ley, invalidando la alianza de Leví, dice el Señor del universo. Pues yo también os voy a hacer despreciables y viles para todo el pueblo, ya que vuestra boca no ha guardado el camino recto y habéis sido parciales en la aplicación de la ley. ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos creó el mismo Dios? ¿Por qué entonces nos traicionamos unos a otros profanando la alianza de nuestros padres?

Salmo

Sal 130 , 1. 2. 3

  1. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
  • Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad.
  • Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre; como un niño saciado así está mi alma dentro de mí.
  • Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.

Segunda lectura

1 Tesalonicenses 2, 7b-9. 13

Deseábamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas

Hermanos:

Nos portamos con delicadeza entre vosotros, como una madre que cuida con cariño de sus hijos.

Os queríamos tanto que deseábamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.

Recordad, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no ser gravosos a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios.

Por tanto, también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque, al recibir la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios que permanece operante en vosotros los creyentes.

Evangelio

Mateo 23, 1-12

Ellos dicen, pero no hacen

En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:

«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.

No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.

El primero entre vosotros será vuestro servidor.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Comentario bíblico de Miguel Ángel Garzón (Mal 1,14-2,10; Sal 130; 1Tes2,7-9.13; Mt 23,1-12)

Las lecturas contraponen la soberanía del único Dios y la irresponsabilidad de los que ejercen el poder religioso. El profeta Malaquías presenta el señorío de Dios, cuyo nombre es respetado en todas las naciones, y denuncia a los sacerdotes del pueblo que no cumplen su misión y hacen tropezar a mucha gente. Se han dejado llevar por el partidismo y los intereses personales.

Del mismo modo, en el evangelio, Jesús advierte al pueblo y a sus discípulos del comportamiento hipócrita e incoherente de los letrados y fariseos. Jesús los desenmascara. Desde la autoridad que les proporciona la cátedra de Moisés, es decir, el poder de interpretar la ley y enseñarla, se han erigido en opresores del pueblo. Imponen duras cargas (leyes), pero no ayudan a llevarlas. Buscan la adulación y el reconocimiento de su poder y prestigio, tanto a nivel religioso como social, fracturando la igualdad y la fraternidad. Por eso, Jesús pide a sus discípulos que no se dejen llamar maestro ni llamen a nadie padre, porque solo hay un Padre y Maestro que hace a todos hermanos, y un único Dios y Señor de sus vidas, al que deben obedecer. Frente a la tiranía y el abuso del poder, ha de estar el servicio. El orgullo y la vanagloria producen la humillación, pero la humildad procura la gloria del Reino.

Así lo canta bellamente el salmista, cuyo corazón humilde descansa en el regazo de Dios, sofocando la altivez. Y así lo testimonia Pablo, recordando a los tesalonicenses la ternura y el cuidado con el que él y su equipo les proclamaron el evangelio, como una madre con sus hijos. Esa diligencia y desvelo mostraban el amor que les tenían. Un amor que encontró la fiel y dócil acogida del evangelio predicado, recibido como Palabra de Dios, que permanece viva y eficaz en el corazón de los creyentes.

¿Consideras a Dios el único Rey, Maestro y Señor de tu vida? ¿Cómo lo manifiestas?

¿Vives tus cargos o responsabilidades como un servicio o abusas del poder o la autoridad para beneficio propio?

¿Cómo es tu acogida de la Palabra de Dios? ¿Dedicas tiempo a confrontar tu vida con el Evangelio cada día?


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