La Obra de la Iglesia clausura su Año Jubilar
El pasado 7 de diciembre el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, presidió la Eucaristía de clausura del año jubilar concedido por la Santa Sede en el 25 aniversario de la aprobación pontificia de la Obra de la Iglesia.
La Misa contó con la participación de más de una veintena de sacerdotes pertenecientes a la Obra de la Iglesia, así como con una representación del clero sevillano. También, estuvieron presentes los directores generales de las tres ramas (sacerdotal, consagrados y consagradas) y los directores de los militantes de España e Italia. A estos se sumaron varias peregrinaciones venidas desde distintas zonas de Italia y desde Madrid. En total, más de 300 personas.
“La celebración tuvo lugar el 7 de diciembre porque un día como este en 1946 Dios invadió a la Madre Trinidad (fundadora de la Obra)”, explica Javier Vicente, director general de los sacerdotes de esta institución eclesial. Ante esta “invasión de Dios, a través de la cual le hizo experimentar todo su amor y su grandeza, Madre Trinidad, con tan solo 17 años, respondió consagrándose a Él respondiéndole ‘Seré tuya, solamente tuya, exclusivamente tuya y para siempre’”.
Durante la Eucaristía, monseñor Saiz pronunció una homilía centrada en la inhabitación de la Trinidad en el alma del hombre. Si bien, comenzó señalando que el año jubilar que ahora se cerraba “ha sido un tiempo de gracia y bendición de Dios, especialmente para nuestra renovación interior”. Por ello, invitó a que, pese a clausurar el año jubilar, se mantenga “la actividad de conversión interior, para seguir creciendo en la vida espiritual y para ser testigos de Jesucristo en medio del mundo”.
En relación al pasaje evangélico leído durante la Misa, el arzobispo apuntó que “podemos encontrar diferentes concepciones sobre la vida cristiana y sobre cuál ha de ser su fundamento. Pero el planteamiento más profundo y realista es el que nos lleva a reconocer que la vida cristiana en el fondo es un misterio, y que su fundamento está en Dios”. En esta línea, añadió que “Dios ha llamado al ser humano a participar de su vida divina. Esa participación por la gracia en la vida divina es el único camino de realización personal. Dios lo llama a participar de su vida y lo llama a la santidad”.
A continuación, hizo una reflexión sobre el misterio de la inhabitación de las tres divinas Personas en el corazón del fiel. Al respecto, destacó que “todos los elementos de la vida cristiana han de estar referidos a esta relación y los planteamientos espirituales han de estar centrados en ella. Por eso son insuficientes aquellas espiritualidades que se ciñen casi exclusivamente en los valores éticos del Evangelio sin vincularlos suficientemente a las Personas divinas o aquellas otras que olvidan el principio de la primacía de la gracia y quedándose en un mero voluntarismo”. Y subrayó tres aspectos que son consecuencias de este misterio: “En primer lugar, la consistencia personal, que es característica de quien está enraizado en Dios, y vive en la verdad, que le lleva a la humildad; en segundo lugar, vivir a fondo la pertenencia a la Iglesia y el amor a la Iglesia, lo cual se traduce en una espiritualidad de comunión, y el compromiso de hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión; en tercer lugar, la dimensión martirial a través del compromiso de la evangelización, con nuevo ardor, con el impulso de los orígenes, con el sentimiento de san Pablo cuando dice «¡ay de mí si no predicara el Evangelio!»”.
Don José Ángel concluyó su homilía dedicando unas palabras a la fundadora de la Obra de la Iglesia, la Madre Trinidad: “Ella ha sido madre, fundadora, guía y modelo, testigo del amor de Dios, ejemplo de amor a la Iglesia. Ella nos ha enseñado a vivir y a morir por el Señor, para estar cada día y siempre con Él, peregrinos de la fe a lo largo de la vida hasta el encuentro definitivo con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
Con esta celebración, vivida en un ambiente de alegría para toda la familia de la Obra de la Iglesia, se recuerda el objetivo de esta institución: “Vivir tan profundamente el misterio de la Iglesia que seamos capaces de manifestar por nuestra vida y nuestra palabra el misterio de la santidad de la Iglesia”, explicó Javier Vicente.
Finalmente, tras la Misa el arzobispo departió con los asistentes, a los que animó a profundizar en la importancia de vivir el misterio de la Trinidad en nuestra vida para hacer presente a Dios en la sociedad, y los exhortó a vivir la santidad en la vida cotidiana.