Homilía Misa de envío de la familia docente de la Archidiócesis de Sevilla

Homilía Misa de envío de la familia docente de la Archidiócesis de Sevilla

Homilía de Mons. José Ángel Saiz Meneses en la Santa Misa de envío de la familia docente de la Archidiócesis de Sevilla. Curso 2023-2024.

Catedral de Sevilla. 20 de septiembre de 2023

Queridos sacerdotes concelebrantes, diácono; Delegado Episcopal, Consejo Diocesano para la Educación Católica, titulares, autoridades académicas, profesores, personal no docente; representantes de las Asociaciones de Madres y padres de Alumnos; hermanos y hermanas presentes.

En primer lugar, quiero expresar mi alegría y acción de gracias al celebrar hoy esta Eucaristía de envío y acompañaros en el inicio de curso compartiendo el gozo, la emoción, las expectativas de un nuevo curso académico. Comenzar un nuevo curso es disponerse a desplegar todas las energías de la mente y del corazón para comenzar una larga marcha, que unas veces discurre por caminos apacibles y en otras ocasiones por rutas más áridas, pero siempre con la voluntad y la seguridad de recoger al final una amplia cosecha de sabiduría, de conocimientos, de relaciones humanas, de preparación para el camino de la vida.

Iniciar un nuevo curso siempre es un momento de grandes expectativas para las personas que trabajan en el ámbito educativo. Por eso nuestra oración de hoy tiene que ser especialmente sincera e intensa; en esta Eucaristía pedimos por todos, para que el Señor os dé acierto; para que el Señor y la Reina de la Sabiduría os lleven de la mano en esa aventura apasionante ir descubriendo la verdad de las cosas, la riqueza del mundo, la complejidad y la grandeza del ser humano, los avatares de la historia, las maravillas que Dios ha dejado esparcidas en toda su obra creadora. Porque, en definitiva, éste es el origen de la sabiduría y del amor del verdadero profesor y maestro cristiano, saber que detrás de todo, está la sabiduría, la generosidad, la presencia callada y fecunda del Dios creador, del Dios amor, del Dios salvador.

Seguramente no faltan contemporáneos nuestros que desde una mentalidad utilitarista puedan pensar que una celebración de la Eucaristía al comienzo del curso es poco menos que una tradición arcaica y superada. Venimos a la universidad y a la escuela a trabajar, a estudiar, a enseñar. ¿Para qué es necesario rezar? Si cada uno se aplica con diligencia a cumplir sus obligaciones, las cosas funcionarán y se alcanzarán con seguridad los objetivos. Pero nosotros, por la gracia de Dios, creemos en Él, y sabemos que la luz de Dios ilumina la realidad de las cosas, y que solamente guiados por su Espíritu podemos llegar a descubrir la verdad profunda, el sentido último y auténtico de todas las cosas que el Señor nos ofrece en su creación.

Los textos de la Palabra de Dios que hemos escuchado nos ofrecen algunos subrayados para el nuevo curso que comienza. En primer lugar, el fragmento de la primera carta de san Pablo a los corintios, en el que habla de diversidad y de unidad en un mismo Espíritu. La imagen del cuerpo expresa la solidaridad entre los miembros, la necesidad de que cada miembro cumpla su misión específica, la cooperación imprescindible dentro de la unidad del conjunto buscando el bien común. La diversidad de los miembros y la variedad de las funciones no van en perjuicio de la unidad, como tampoco la unidad anula o difumina la multiplicidad y la variedad de los miembros y de sus funciones. Nosotros somos el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.

El Evangelio nos hablaba del envío: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. La misión de la Iglesia es participación de la misión de Cristo para comunicar el Evangelio con la palabra y con toda la vida, para trabajar en la construcción del Reino de Dios en todos los lugares, en todos los ámbitos, también en el ámbito educativo. A la luz del misterio de Cristo, de su misterio pascual, se contemplan con mayor claridad las verdaderas dimensiones de todas las cosas y de todos los acontecimientos. Esta sabiduría profunda es un don de Dios que hemos de pedir cada día con humildad de corazón, porque sabemos que la auténtica sabiduría humana no es sólo fruto del trabajo, es ante todo don de la gracia, de la iluminación, de la bondad de Dios.

Es cierto que las ciencias se mueven en un ámbito propio, con su legítima autonomía, pero la ciencia vive y se desarrolla en la mente del hombre, en relación con su visión global de las cosas y en relación también con sus aspiraciones más profundas, y ahí es donde se da la profunda integración y el mutuo enriquecimiento entre nuestros saberes humanos y la iluminación de Dios, ahí es donde la sabiduría del espíritu de Dios sana y enriquece nuestros conocimientos humanos y nuestra vida entera. Por eso en esta celebración pedimos a Dios con humildad la sabiduría verdadera y profunda, porque queremos que la luz de Cristo, su verdad, guíe nutro estudio, nuestro trabajo, nuestra vida entera, para que todos los elementos, todas las verdades, se articulen, se armonicen, y adquieran verdadero sentido.

Celebramos la Misa del Espíritu Santo. Pedimos que el Espíritu Santo nos guíe en el conocimiento profundo y respetuoso del mundo y de todas las realidades que lo componen, que nos guíe en el conocimiento de las complejidades del ser humano, de las paradojas de nuestra sociedad, de los sufrimientos y necesidades de todos nuestros hermanos. Por eso, el curso que comenzamos no es un itinerario meramente técnico y exclusivamente académico; ha de ser un camino de crecimiento personal, una ocasión para hacer rendir los talentos recibidos, un tiempo para nuestra santificación; porque detrás de los objetos, de las materias, de los sucesos, de las personas, está la providencia amorosa de Dios.

Comenzamos el nuevo curso ofreciendo a Dios nuestra vida y dándole gracias por todos los dones que vamos a recibir: desde los profesores que ofrecen su experiencia y su saber, hasta los compañeros que comparten la aventura de la adquisición de saberes, pasando por todas las personas que nos ayudan con su trabajo y servicio. Comenzamos el nuevo curso con responsabilidad, conscientes de que poder estudiar o poder trabajar aquí es todo un privilegio, en el buen sentido de la palabra. Es un don que debemos valorar y que sirve de motivación para aspirar siempre a la excelencia, lejos de instalarnos en la rutina o la mediocridad. El trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, la humildad, la solidaridad, serán la mejor respuesta a la gracia recibida y el camino para que se produzca un fruto abundante.

De esta manera, el nuevo curso será un paso adelante en nuestra formación, en nuestra preparación profesional, y será también un peldaño que subimos en nuestro crecimiento como personas y como cristianos, y en nuestro servicio a los demás. Que María Santísima, Madre y Maestra de la sabiduría espiritual, nos ayude en todo momento a armonizar la sabiduría humana de las ciencias con la sabiduría profunda del Espíritu Santo. Así sea.


CARTA DOMINICAL

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