FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él.
Juan se resistía, diciéndole: "Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!".
Pero Jesús le respondió: "Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo". Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él.
Y se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección".
Comentario Bíblico de Pablo Díez
Is 42,1-4.6-7; Sal 28, 1a. 2. 3ac-4. 3b. 9b-10 Hch 10,34-38; Mt 3,13-17
El relato del bautismo de Jesús que nos ofrece Mateo actualiza y da plenitud al oráculo de Isaías. En el versículo 17, que constituye el clímax del relato mateano, la voz del cielo, expresión del poder divino (Sal 28,3-9), pronuncia la fórmula de identificación, revelando al auditorio la identidad de Jesús. Se pone de manifiesto que el oficio de Siervo anunciado por el profeta es de elección divina, y Dios mismo presenta a su elegido revelando la filiación divina de Jesús. Al igual que Isaías mostraba como la investidura en el oficio se realiza por el don del Espíritu, que acompañará al Siervo en su empresa, Lucas presenta el bautismo de Jesús como una unción (Hch 10,38), y entiende que el poder de Jesús proviene del Espíritu con el que ha sido ungido. Se trata, en línea con el texto profético, del poder de Yahvé.
La empresa encomendada al Siervo en el oráculo es implantar el derecho y la ley de Dios, es decir, difundir la revelación de su voluntad que es justicia y orden entre los hombres. Con la expresión “cumplir toda justicia” (Mt 3,15) Mateo apostilla, como característica esencial de la filiación divina, que Jesús realizó a la perfección la voluntad de Dios. El ámbito de la tarea es universal. Esta revelación del designio de Dios, que es establecimiento de un reino universal de justicia, es lo que oscuramente esperan los pueblos desconocidos (Is 42,4). Pero no se realizará por la fuerza, sino con el nuevo estilo del Espíritu: suavidad y mansedumbre con lo débil y vacilante, pero firmeza en el sufrir y tenacidad en culminar la empresa (Is 42,2-4). Este estilo se visibiliza en el paso de Jesús haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal (Hch 10,38).
Así, el camino de Cristo que, a través de la obediencia, sigue las exigencias de una justicia superior y lleva a la perfección, muestra al creyente la unión de la promesa de la experiencia de Dios con la obediencia práctica, simple, en la vida cotidiana. Al igual que Dios respondió al acto radical de confianza de Jesús, responderá también a los discípulos que cumplan la voluntad del Padre.
