Archidiócesis de Sevilla

El concepto no es mío. Lo tomo prestado de un profesor de la Universidad de Seton Hall: J. Coverdale. Él define la  fidelidad dinámica como “poner en práctica y desarrollar el espíritu de una institución en las circunstancias que a cada uno le toque vivir, sin deseos de dejar una marca personal en la organización”.

 

Los Hermanos Mayores, y con ellos sus Juntas de Gobierno, tienen aquí un interesante tema de reflexión. Su encargo consiste exactamente en eso: en desarrollar el espíritu de la hermandad y aplicarlo en las circunstancias propias de cada momento. Este espíritu está fijado en las Reglas,  que contienen  los fines de la Hermandad y el modo de llevarlos a cumplimiento en cada situación.

 

Las formas de vivir la Caridad, por ejemplo, serán distintas en la época actual que en el siglo XVII. Habrá que analizar las circunstancias de cada época y adaptar las actuaciones a las mismas, con plena fidelidad al espíritu de la Hermandad. La tarea de la Junta de Gobierno siempre será un ir tendiendo puentes entre lo permanente y lo cambiante. Lo permanente es la fidelidad a las Reglas y lo cambiante su aplicación al momento toque vivir. Y todo ello  “sin deseos de dejar una marca personal en la organización”. 

 

A lo que debe aspirar un Hermano Mayor no es a que se inmortalice su paso por la Hermandad con un azulejo en la Sala Capitular, ni a introducir novedades que pudieran alterar el espíritu de la Hermandad,  sino a poner toda su capacidad al servicio de la misma, de manera que ésta vaya cumpliendo su finalidad, sean cuales fueren las circunstancias en las que se desenvuelve. Pasando desapercibido.

 

Esto se resume en dos palabras: fidelidad y humildad. Ser hermano Mayor no es culminar una “carrera profesional”, es poner las capacidades personales al servicio de una institución que se encomienda, de forma temporal, a su cuidado –y al de su Junta de Gobierno-, con el encargo de entregarla impoluta a su sucesor. Así a lo largo de los años.

 

Esto supone ponderación. Analizar el entorno, contrastarlo con los principios en los que se inspira la Hermandad y tomar las decisiones más oportunas en cada caso, sin afán de protagonismo.

 

No es fácil, ¡pero resulta apasionante!