DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. 
Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'.
Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios".
Comentario por Miguel Ángel Garzón
(Is 49,3.5-6; Sal 39; 1Cor 1,1-3; Jn 1,29-34)
Las lecturas de este domingo nos introducen en el testimonio de algunos personajes al servicio del plan salvador de Dios. En la lectura del profeta Isaías lo hace la figura del siervo anónimo (posteriormente identificado con Israel). Narra su vocación. Dios lo llama desde el seno materno, donde queda con-forma-do como su siervo. Su misión es doble: devolver la esperanza al pueblo de Dios (que atravesaba una profunda crisis de fe en el exilio) y ser luz de todas las naciones (testimonio de la salvación universal). Le conllevará el sufrimiento, pero Dios será su fortaleza (cf. Is 53).
El Salmo expone la respuesta confiada de un orante que ofrece a Dios el sacrificio de su propia existencia, la obediencia plena a su voluntad. Se ha convertido en testigo de salvación ante la gran asamblea.
El evangelio nos trae de nuevo la figura de Juan Bautista para ofrecernos el testimonio de su misión. Es profeta, pero de un modo privilegiado, como precursor del Mesías salvador. Para ello predica y bautiza. Su palabra revela la identidad de Jesús ante el pueblo expectante: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Jesús lleva a cumplimiento la Pascua (cordero pascual Ex 12) y la liberación definitiva al cargar con el pecado del pueblo (cf. Lv 16). Juan se ha convertido en testigo de la verdad de Jesús y reconoce su primacía. Por revelación divina ha visto y comprendido lo acontecido en el momento del bautismo de Jesús.
El Espíritu descendió sobre Jesús como una paloma para inaugurar la nueva creación (Gn 1,1-2). Jesús bautizará derramando el Espíritu Santo, pues liberará al pueblo del pecado y entregará la nueva vida de hijos de Dios que nacen del espíritu. El testimonio de Juan sobre sí mismo se ha convertido en testimonio sobre otro: el ungido, el siervo elegido, el Hijo de Dios.
La segunda lectura contiene el testimonio de Pablo al presentarse a la comunidad de Corinto: “soy apóstol de Jesucristo”. También Dios lo ha elegido para llevar el evangelio a todos los cristianos que se encuentren en cualquier parte de modo que invoquen el nombre de Cristo, el único que puede salvar. Sus palabras también testifican sobre la vocación de los cristianos: elegidos y consagrados por Jesucristo. A esta cadena de testigos estamos llamados a unirnos todos los creyentes en Cristo.
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