Domingo de la Octava de Pascua
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
-Hemos visto al Señor.
Pero ‚él les contestó:
-Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
-Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y m‚tala en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
-Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
-¨Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Comentario de Pablo Díez
El relato evangélico pone de manifiesto un aspecto clave en el nacimiento de la fe pascual: la relación entre el ver y el creer. El evangelista, al situar las apariciones de las que son beneficiarios los discípulos y Tomas en el primer día de la semana (domingo), anticipa que la relación de los creyentes con el Resucitado será sacramental, mediada por la fe.
El creer es requisito indispensable para “nacer de Dios” (1Jn 5,1) a una nueva vida cuyo distintivo externo es la comunión fraterna (Hch 4,32). La paz de Jesús, repetida como acentuación teológica, es el saludo pascual que hace superar todo miedo e impulsa a la misión, porque lleva consigo el don de la salvación prometido en los discursos de despedida (Jn 14,27).
Los signos de la Pasión muestran la continuidad entre el crucificado y el resucitado, al tiempo que indican que el don del Espíritu es fruto del sacrificio de Cristo.
El gesto de Jesús (exhalar el aliento) es el signo de una nueva creación (Gn 2,7); con el don del Espíritu que proviene del resucitado surge un nuevo mundo, y con el envío misionero de los discípulos se inaugura un nuevo Israel que experimenta la presencia de aquel que es propiciación por los pecados y encomienda a la Iglesia, tanto el rechazo del pecado, como la acogida y rehabilitación del pecador arrepentido que se adhiere a la palabra de Jesús.
uan presenta la experiencia de Tomás como enseñanza para las generaciones posteriores de creyentes llamados por Cristo a repetir, por la fe, la confesión del apóstol. Creer sin haber visto es, por tanto, el privilegio del tiempo pascual por él que se alcanza la expresión acabada de la fe.
