Discurso en la inauguración del XX Simposio de Historia de la Iglesia en España y América (18-05-09)

Discurso en la inauguración del XX Simposio de Historia de la Iglesia en España y América (18-05-09)

IDENTIDAD, PLURALISMO Y LIBERTAD. LA IGLESIA EN LA EUROPA ACTUAL

 

 Ante el Cuerpo Diplomático, Benedicto XVI decía: “conviene ponerse en guardia frente al riesgo de un ejercicio de la democracia que se transforme en dictadura del relativismo, proponiendo modelos antropológicos incompatibles con la naturaleza y la dignidad del hombre” (8-1-07).

 Un año más, e ininterrumpidamente desde hace veinte, nos reunimos para reflexionar acerca de la Iglesia y su presencia en el mundo, particularmente en una referencia explícita a los acontecimientos de España y América. El tema de esta edición de nuestro Simposio tiene notable interés y actualidad.

 Europa presume de civilización, pero ofrece más interrogantes e inquietudes que seguridad y esperanza. Nuestra querida y vieja Europa, quizás más envejecida que amada, parece como si hubiera perdido su señorío de antaño para asentarse en la plácida e inoperante atalaya de la nostalgia, desde la que ninguna otra cosa puede verse que la sombra de un pasado que se recuerda deslumbrante en ideas y en historia.

 Europa no solo es el espacio donde se ha nacido. Es una cultura, una filosofía, una historia, unas raíces cristianas. Pero también se ha dicho que los europeos somos, a la vez, cistercienses, volterianos, cartesianos, marxistas, luteranos, de Mozart, de Pasteur, monárquicos y republicanos, que hemos inventado el iluminismo liberal y la guillotina.

 El peligro de un desmoronamiento cultural, en esta Europa nuestra, es casi evidente. Se va perdiendo la identidad, que es lo más propio de un pueblo, son la señales de identificación y reconocimiento. Es sentido de la propia historia y conciencia, al mismo tiempo, de individualidad y de pueblo. No es exclusión, sino ofrecimiento en el diálogo e la propia identidad. Lo que sería absurdo,  llevaría al aislamiento y a la violencia, sería un nacionalismo exarcervado, excluyente y dominador.

 De todo ésto se desprende el peligro que puede suponer un “multuculutralismo” secularista, ambiguo, sin reconocimiento de identidad alguna, sin raíces comunes ni horizontes compartidos. Un multiculturalismo excluyente de lo religioso con las creencia reducidas al estrecho límite de privado.

 Un obstáculo particularmente insidioso es el relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida el propio yo con sus caprichos; y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma en una prisión, encerrando a cada uno dentro de su propio yo. “Sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de  la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común” (Benedicto XVI. Asamblea de Roma 6-6-05).

 Una cultura actual marcada por el subjetivismo desemboca en el individualismo extremo o en el relativismo, impulsa a los hombres a convertirse en única medida de sí mismos, perdiendo de vista otros objetivos que no estén centrados en su propio yo, transformado en único criterio de valoración de la realidad y de sus propias opciones. Por eso, “conviene ponerse en guardia frente al riesgo de un ejercicio de la democracia que se transforme en dictadura del relativismo, proponiendo modelos antropológicos incompatibles con la naturaleza y la dignidad del hombre” (Benedicto XVI. Al Cuerpo Diplomático, 8-2-07).

 La libertad humana puede estar amenazada por la dictadura del relativismo. “Una sociedad y en una cultura que con demasiada frecuencia tienen el relativismo como su propio credo ?el relativismo se ha convertido en una especie de dogma?, falta la luz de la verdad, más aún, se considera peligroso hablar de verdad, se considera “autoritario”, y se acaba por dudar de la bondad de la vida y de la validez de las relaciones y de los compromisos que constituyen la vida” (Benedicto XVI. A la Asamblea diocesana de Roma 11-6-07). 

  Un asunto importante, y relacionado con nuestro tema, es el del diálogo interreligioso. Acercamiento, comunicación, intercambio, relación, amistad… De todo ello se compone el diálogo interreligioso, pero no se reduce al contenido de unas palabras, sino que supone dar participación de algo de la propia vida, creyente en este caso, a otras personas.

 El diálogo interreligioso tiene una condición imprescindible: la libertad religiosa y la lealtad a la propia identidad creyente. Sin libertad, cualquier posibilidad de comunicación está secuestrada. El hombre queda atrapado por los impedimentos, externos o interiores, que bloquean la interrelación.

 Si se pretende camuflar la propia identidad, el diálogo resulta falso, engañoso y fraudulento. Si esconde la realidad de creyente y el diálogo interreligioso carece de interlocutor. No hay verdadero encuentro e intercambio de la experiencia religiosa y se tendría la impresión de estar utilizando a la persona con una finalidad interesada y oculta.

  Mi gratitud a cuantos habéis venido a participar en este Simposio, de una forma particular al Sr. Nuncio y a todos los ponentes. Reconocimiento especial al Profesor Dr. Don José María Prieto Soler, Presidente de la Academia de Historia Eclesiástica de Sevilla, así como al eficaz coordinador del Simposio Don Josemaría García de Lomas Mier. Muchas gracia a todos y que Dios les bendiga.

 Para concluir esta introducción, una cita más de Benedicto XVI: “En efecto, frente a un relativismo difuso que no reconoce nada como definitivo, y tiende más bien a tomar como criterio último el yo personal y los propios caprichos, nosotros proponemos otra medida: el Hijo de Dios, que es también verdadero hombre. Él es la medida del verdadero humanismo. El cristiano de fe adulta y madura no es alguien que sigue la ola de la moda y las últimas novedades, sino quien vive profundamente arraigado en la amistad de Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno, y nos da el criterio para discernir entre la verdad y el error” (Benedicto XVI A los Obispos de Angola 20-3-09).

+ Carlos, Cardenal Amigo Vallejo
Arzobispo de Sevilla


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