BAUTISMO DEL SEÑOR. AÑO B
En aquel tiempo, proclamaba Juan:
-Detrás de mi viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero ‚ Él os bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia ‚Él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
-Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
Comentario de Antonio J. Guerra
Con la fiesta del Bautismo del Señor se concluye el tiempo de la Navidad. Se termina este tiempo con la escena que da inicio a la vida pública de Jesús: su Bautismo en el Jordán, donde recibe la confirmación oficial de su mesianismo. Las lecturas que anteceden al evangelio de Marcos preparan el camino para acoger a Jesús como el elegido de Dios, el que permanece unido a Dios de un modo singular.
La lectura de Isaías ofrece el primero de los cuatro cantos del Siervo de Yahvé. Este cántico resuena en el evangelio, porque las palabras que Dios dice sobre el Siervo y las que suenan sobre Jesús en el Jordán son muy parecidas. Dios regala su Espíritu a su elegido preparándolo así para una misión importante: ser luz para el pueblo, alianza para todos y portador de liberación. El Salmo hace eco de la voz de Dios que como rey eterno bendice a su pueblo con la paz que traerá su Enviado, porque “Dios estará con Él” (2ª lectura).
El evangelio aumenta las expectativas sobre el Elegido. Las sorpresas provocan al lector: dicho personaje se deja bautizar por Juan y viene de Nazaret, ¿qué sentido tiene ese bautismo? y ¿por qué resaltar el origen humilde de ese personaje? Y luego la voz de Dios que revela quién es ese personaje: es su Hijo predilecto. Jesús dejándose bautizar por Juan, se mezcla con los hombres pecadores y deja claro que está completamente de nuestra parte. El hecho que Jesús vea rasgarse los cielos es un signo de su comunión con Dios, el cielo está abierto para Él. Marcos presenta así al Elegido que reconciliará a la humanidad con su Creador, Dios manda a su Hijo para que con la fuerza del Espíritu lo consiga.
