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BATALLAS GANADAS

    Vivimos un cristianismo a veces muy acomodado que necesita correr encarecidamente a las periferias. Todo lo que no sea un cristianismo de fronteras, que se viva con la valentía y el arrojo de salir de las catacumbas, ora impuestas, ora acomodaticias, en las que nos movamos, producirá tarde o temprano el efecto nocivo de pobreza en la fe para quienes día a día debemos dar ejemplo de llevar a Cristo con nosotros. Lo digo, no obstante, desde la imprecisa modestia de quien sin embargo, lleva en las espaldas no pocos pecados que a veces me hacen agachar la cabeza con ese, maldito a veces, sentimiento de culpa del que Dios muchas veces se ríe. Y los digo también desde la preocupación ante los envites que nos viene haciendo la realidad, tantas veces, en nuestra sociedad a golpe de laicismo mal aplicado, peor entendido y las más de las veces mediatizado por malas intenciones políticas. Le dedico mi post hoy a mi amiga María, profesora de Religión, a quien quisiera escribirle algunas reflexiones al respecto.

    El profesorado de religión viene librando una triste batalla desde hace años, al rebufo de la guerra de guerrillas que el poder político mantiene contra los católicos. Tal vez esta expresión pueda parecer exagerada, que desde cierta óptica lo es, desde luego, pues sería injusto decir que se trata de una persecución a la vista de otras persecuciones que se producen en el mundo, observando otros cristianos que luchan con su Fe como única espada muchas veces desde el dolor, el sufrimiento o la violencia contra el cristianismo. No obstante, hay otras persecuciones más suaves, digámoslo así, subrepticias o encubiertas, en las que a lo religioso se le condena a las sacristías, a la renuncia de sus derechos, a claudicar en sus valores en aras de principios supuestamente aceptados por falsas mayorías, o sencillamente se les impide su labor o su cometido, en un entorno manipulado para que resulte abiertamente hostil. En el ámbito del profesorado de religión, sobre todo en Andalucía, se viene viviendo ese ambiente desde hace años, siendo una de las armas arrojadizas que se utilizan a un extremo y otro del poder para dar injustos mazazos a los ciudadanos.

    La Educación en España viene pasando, a mi discreto entender, por uno de los peores momentos de su historia. Desde la anticuada ya LODE, hasta la modernísima LOMCE, se ha recorrido un camino proceloso y lamentable en el que hemos podido ver, durante años, cómo precisamente uno de los pilares fundamentales de la sociedad, ha sido socavado y demediado por unos y otros de nuestros políticos, para alumbrar una legislación escasa siempre de recursos, con muy buenas intenciones desde luego, pero siempre ejemplo de supeditación y manipulación de la enseñanza a intereses de orden puramente ideológico. Esta grave carencia educativa es la que muy probablemente justifica otras carencias sociales, como el escaso desarrollo productivo de España, la falta de tejido civil para tantas iniciativas, el mismo desempleo, y, sobre todo, la carencia de unos valores firmes y unos principios con los que encarar algunas situaciones, como por ejemplo, esta Crisis complicada que aún transcurre a pesar de que aquéllos digan que no existe, otros digan que la hemos superado ya, y aún así sigamos encontrando un pobre (de espíritu) en todas las esquinas de nuestra sociedad.

    A los profesores de religión les toca enfrentar esa crisis de valores desde las herramientas que tienen, y con las dificultades que entre el Gobierno de Rajoy y la Junta de Susana Díaz, les están poniendo en el camino. La última, que no la primera ni la peor, ésta de la reducción de horas de clase, que supone en resumidas cuentas una regulación de empleo encubierta, mal intencionada en la pretensión de ambos gobiernos, PP y PSOE, de reducir la influencia de la religión en las aulas, en esa guerra de guerrillas que se viene librando contra los católicos sencillamente por serlo, con el regusto que tiene el poder por realizar experimentos sociales: ya lo tuvo el gobierno de Zapatero, reinventando la Educación para la Ciudadanía y el parchís; lo tiene la Junta de Andalucía de Susana y Valderas, disparando a la Iglesia con mezquitas-catedrales o con la pretensión de poner la solidaridad al servicio del poder (de esto ya hablaremos otro día); y lo tiene el gobierno de Rajoy y Wert incumpliendo los Acuerdos del Estado Español con la Iglesia, desoyendo la reivindicación de tantos padres que piden más Religión en las escuelas, con lo que hacen un guiño a sectores de la sociedad que luego, sin embargo no le votarán… La jugada de este gobierno en materia de Religión es incoherente, contraria a sus mismos principios y tremendamente absurda de cara incluso a sus votantes, pero por desgracia no es lo último que decide contra sus votantes.

    En todo este problema, sin embargo, creo que debemos hacer una reflexión más profunda. Corresponde por ahora al profesorado de Religión movilizar a la sociedad en aras de una mayor clarificación sobre su situación, objetivos y causas. En el fondo, hay un problema de supeditación excesiva, como tantas otras cuestiones sociales, al poder político: en España no se hace nada sin que no haya un político por medio, y quizás está llegando la hora en que desde la Iglesia podamos ser más independientes y empezar a diseñar un nuevo sistema para la Religión, sin que por ello deba salir de la escuela. Es cierto que esto corre el riesgo de enfrentar ciertas inercias imprecisas que vivimos en la Iglesia, la primera de ellas el pesimismo: algunas reivindicaciones se viven con cierto halo pesimista, ante la rotundidad inmodificable del poder político y ese sentimiento de lucha contra una máquina infamemente superior. Me permito traer a David y Goliat a este artículo, debiendo recordar a mi lectora, María, que batallas más complicadas se han ganado sencillamente con algo de astucia y no menos de valentía, cuando muchos otros ni siquiera dan un ápice de victoria en la batalla, y de forma muy sencilla, como David, pues "no es por la espada ni por la lanza como el Señor da la victoria, porque la batalla es de Dios".

    En esta batalla, en esta manifestación a la cual les invito (sábado día 20 de diciembre a las 11:30 horas en la Plaza de España), sólo cabe un resultado, ganar, porque Dios está de nuestra parte y porque siempre será, con nuestro empeño, lo que Dios quiera, que no puede ser más que bueno. Dios sólo nos pide valentía, y Él pone todo lo demás: así la batalla está ganada siempre y de antemano.
 


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