Agentes de comunión a los enfermos, portadores de la Eucaristía

Agentes de comunión a los enfermos, portadores de la Eucaristía

Un eslabón fundamental de la Pastoral de la Salud es el que agrupa a los laicos que colaboran con los capellanes para hacer llegar el Cuerpo de Cristo a las personas enfermas o imposibilitadas. Son los ministros extraordinarios de la comunión, hombres y mujeres con la debida preparación, que colaboran eficazmente con los sacerdotes en una tarea cargada de “verdadero gozo espiritual”, como define el delegado diocesano, Manuel Sánchez de Heredia.

Se trata de una labor cuidada con esmero, acorde con su función, finalidad y destinatarios. Junto al rito de la comunión a los enfermos, se ofrecen algunas pautas para que estas visitas sean más provechosas. Entre ellas, potenciar la capacidad de escucha –“con los ojos, con el corazón”-, comunicando “comprensión, amor, solidaridad”; descubrir cómo el enfermo comprende e interpreta su experiencia y cómo la relaciona con su fe en Dios; hacerse “hermanos de la persona enferma”; y compartir sus miedos, esperanzas, dolores, decepciones y alegrías.

El regalo de la compañía, la escucha…

Manuel Sánchez destaca el esfuerzo que realizan los agentes de Pastoral de la Salud, “que, con mucho cariño y empeño, se ponen al servicio del que más lo necesita, acompañando a enfermos y visitando a personas mayores”. En este sentido, recuerda numerosos testimonios de visitas en las que se evidencia ”el alivio y consuelo que sienten los enfermos cuando los agentes de pastoral llegan a sus casas o van a las residencias de mayores”. Los enfermos saben que van a ser acompañados, que les espera un rato de conversación distendida, que esa persona escucha sus problemas, y que no se irán sin ofrecer una cuota de ánimo y esperanza necesaria para seguir adelante.

“Los sacerdotes no podemos llegar a todo”, aclara el delegado diocesano. “Por eso –añade- hay que agradecer constantemente a estos miembros de la Iglesia el servicio que prestan”, actuando como ministros extraordinarios de la Eucaristía, para llevar al enfermo o a la persona imposibilitada en su casa “lo más grande que tenemos en la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, la Eucaristía, para que así se sientan tan íntimamente acompañados por el Señor”.

“Alimentar el espíritu y el corazón”

En base a un sinfín de experiencias, Manuel Sánchez subraya el “alivio enorme” que sienten los enfermos cuando reciben estas visitas: “No llegamos a descubrir el beneficio que hacemos a estas personas”. Reconoce que el enfermo no es el único “beneficiado” de esta visita, ya que al agente de Pastoral de la Salud que lleva la comunión “se le hincha el corazón, por la dimensión de la labor que hace, y que no es otra que alimentar el espíritu y el corazón de la persona a la que acompaña”.

Los agentes subrayan las grandes experiencias de oración que conlleva su tarea, “igual que si estuviéramos en el Sagrario o ante Jesús Sacramentado”. Se han sentido ministros de la Eucaristía, “servidores del misterio del amor de Cristo, que se nos entrega, se nos regala, nos da su cuerpo para fortalecernos en la fe y en el amor”. Son visitas que se culminan en no pocos casos con lágrimas compartidas, con las que se expresa mucho más de lo que se puede decir con palabras.

 


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