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Europa raptada

Blog.Compo.EuropaCelebramos el Día de Europa y creo que, como a gran parte de la ciudadanía, Europa me ha decepcionado. Comencé a abrazar ciertas esperanzas europeístas allá por 1988, cuando recién se nos abrían las puertas del gran continente, luego de una etapa de grandes cambios en España. Por entonces se hablaba en ciertos ámbitos ya de la Europa de los Mercaderes frente a la Europa de los Pueblos. Estas dos, concepciones de Europa supuestamente contrapuestas, no eran más que la denominación redundante y algo rancia de dos ideologías que luego se han puesto profundamente de manifiesto entre las dos concepciones imperantes aún en la jerarquía europeísta, o sea, la neoliberal y de tonalidad neomasónica, frente a la más izquierdista y promovida por ciertos sectores que entonces estaban al otro lado del Muro. Años más tarde, una vez venido abajo el Muro y cuando la izquierda carece de referentes ideológicos a los que asirse para mantener su identidad, Europa sigue siendo, avanza a marchas forzadas, hacia una idea insostenible. Conste que no critico directamente el liberalismo como forma de Mercado, que bueno, allá los jerarcas europeístas. Mi crítica y mi decepción respecto de la Europa actual de los 25 es más bien la que se puede hacer a un proyecto que ha perdido el norte, se ha despistado en las bifurcaciones de caminos que podía tomar, y actualmente no sabe hacia dónde ir para mantener un proyecto que, sin una identidad definida, navega como un navío sin rumbo claro y sin un timón que le afiance frente a las olas bravías de la competencia, que en el Mundo es mucha.

El proyecto europeo nació como un proyecto cristiano orientado a la fraternidad. Al menos eso inspiró a los padres europeístas, tanto Jean Monnet, Schumann, De Gasperi, Adenauer… Aunque el origen sustancial de la Europa unida es la famosa y ya parece que antiquísima C.E.C.A., con una motivación economicista original, lo más cierto es que la inspiración de los padres europeos no fue otra que unir a todos los ciudadanos que nos movíamos bajo una identidad e historia comunes. Se quiera o no, esta identidad tiene raíces profundamente cristianas y la Historia común, a pesar de los intentos de maquillaje de los ideólogos de turno no han hecho más que desdibujar los orígenes, llevándola a perder su identidad y definición. Desvinculada de su naturaleza cristiana, Europa y sus símbolos se convierten en proyectos infructuosos porque su sustento objetivo no es más que una serie de intereses económicos incompatibles: lo que puede mover a la Gran Bretaña al Brexit, si no se justifica en una comunidad de valores y de historia, no tiene el más mínimo sentido, porque la comunidad anglosajona está muy identificada con otros mercados, no sólo el europeo; los costes para la gran Alemania de permanecer en la Europa de los Mercaderes probablemente resulten en exceso altos para una Merkel muy condicionada por su mercado interior; para otros muchos países de frontera, la verdadera razón para permanecer en la Europa de los 25 no es otra que tener más fortaleza para mantener sus fronteras cerradas… y así hasta 25 razones todas ajenas a valores fundamentales que supuestamente están en el origen de la Unión, pero que no se reflejan sin embargo en sus tratados fundacionales.

España se ha fortalecido enormemente en la Europa de los 12, originalmente, pero ha perdido fuerza cuando Europa se convirtió a los 25. En realidad ha sido como una gaseosa que se creía champagne, parafraseando a algunos cardenales según anécdotas de Paloma Gómez Borrero. Esta efemérides de hoy, sin embargo, viene profundamente vacía de razones para festejar nada. Durante los 90 Europa se veía desde España como un cuerno de abundancia que nos regaba de millones de los FEDER, pero ahora se ve más bien como una madre algo tacañona que nos pide cuentas por aquellos millones. E insisto, todo ello ajeno a cualquier tipo de sustento moral o de valores cristianos, omitidos y supuestamente superados, omisión que sin embargo está llevando al proyecto europeo a un camino sin salida. ¿Es necesario recordar a Pablo de Tarso, a Santo Domingo, a San Benito o a San Agustín? ¿Es necesario recordar que la misma construcción teórica de los Derechos Humanos tiene su origen en los Evangelios? En fin, se cumple la tradición del mito grecolatino: Europa ha sido raptada por un dios disfrazado de tecnócrata sin alma y ahora vaga perdida entre sus intereses y sus nubladas identidades…


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