XII Domingo del Tiempo Ordinario
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
-Vamos a la otra orilla.
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron diciéndole:
– Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
-¡Silencio, cállate!
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:
-¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Se quedaron espantados, y se decían unos a otros:
-¿Pero, quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
Comentario de Álvaro Pereira
Tras las parábolas (Mc 4,1-34), Marcos aduce tres grandes milagros (la tempestad calmada: 4,35-41; la sanación del endemoniado: 5,1-20; las curaciones de la hemorroísa y de la hija de Jairo: 5,21-43). Con ello muestra que el Maestro no solo enseña, también actúa. El Reino de Dios se va desplegando tanto en dichos como en hechos.
En el evangelio de hoy Jesús conduce a los discípulos a una situación peligrosa: en una barca, de noche, navegan hacia tierra de paganos. Aún no demuestran una fe robusta y lo despiertan para que los salve. ¿Cuándo entenderán que junto a Jesús nada hay que temer? Los discípulos se preguntan sobre el misterio de su identidad: «¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?». Marcos incluirá en su evangelio dos escenas más en la barca (Mc 6,45-52; 8,13-21). En los tres pasajes, la pregunta sobre la identidad de Jesús va creciendo en intensidad. El lector de Marcos comprende que debe interrogarse acerca del misterio sobre la persona de Jesús: ¿quién es éste que hasta la creación se le somete?
La primera lectura presenta un breve fragmento de la primera respuesta de Dios a las quejas de Job. Dios revela su dominio sobre el mar. ¿Quién se ha creído Job, una criatura, para compararse con su Creador? La Iglesia, al relacionar la primera lectura con el evangelio, confiesa su fe en que Jesús posee el poder divino sobre la creación.
La segunda lectura retoma el lenguaje de la creación para decir que el Señor ha amado tanto a sus fieles que los ha transformado en una nueva creación. El que domina la creación renueva a su criatura por su inmenso amor.
