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X Domingo del Tiempo Ordinario

FanoEn aquel tiempo,  Jesús se fue a una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.  Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.  Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores».  Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».  El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre.  Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».  Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.

 

Comentario bíblico de Antonio José Guerra

La liturgia nos pone delante la diferencia radical que existe entre el profeta Elías (1ª lectura) y Jesús (evangelio): el Maestro galileo dispone del poder divino, mientras que Elías no lo tiene. Ante una situación dolorosa, Jesús lleno de compasión actúa con entrañas de misericordia. El verbo griego aquí usado expresa la actitud que brota ante la visión del sufrimiento de otro “se conmovió visceralmente”, podría traducirse literalmente. Esta actitud de Jesús es una expresión de la misericordia que Dios tiene hacia todos, del amor apasionado que tiene hacia nosotros, y que vuelve a repetirse en este evangelio en los personajes del buen samaritano (Lc 10,33) y del padre del hijo pródigo (Lc 15,20).

La clave de lectura del episodio la encontramos en la aclamación coral de los que han visto levantarse al joven que había muerto: “un gran profeta ha surgido (ha sido levantado – literalmente) entre nosotros, Dios ha visitado su pueblo” (Lc 7,16). Jesús ocupa aquí el centro de esta historia de dolor, pero no porque sea el hombre compasivo y misericordioso y lleno de amor que sale al encuentro del sufrimiento y la angustia del hombre, sino porque supone la VISITA salvífica de Dios en medio del pueblo. Jesús se dirige al muerto y le ordena levantarse y al levantarse provoca la admiración y la alabanza de todos. El verbo “levantarse” es usado también en este episodio para indicar que Jesús es el profeta que Dios ha levantado, el mismo verbo que señalará al final del evangelio que Jesús no está entre los muertos sino que ha “resucitado” (ha sido levantado) (Lc 24,6). Con el Salmo 29 ensalcemos a Dios que nos visita en Jesús para librarnos de la fosa, de la tristeza y conducirnos a la VIDA.


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