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VI Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

Bienaventurados los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!

En aquel tiempo,  Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.  Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!

 ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!

¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas.

Lucas 6, 17. 20‑26

Comentario Bíblico de Pablo Díez

Jer 17,5-8; Sal 1,1-2.3.4.6; 1Cor 15,12.16-20; Lc 6,17.20-26

 

A primer golpe de vista resalta la elaborada simetría de oposiciones (bienaventuranzas / bendiciones vs ayes / maldiciones) que aparece tanto en el texto de Jeremías, como en el salmo y en el evangelio. El sentido se va clarificando progresivamente a través de los tres textos. El profeta alude a la confianza, íntimamente conectada con el corazón (Jer 17,5), o sea, la actitud interior del hombre. Para fiarse de otro hay que conocer sus intenciones e intereses. Por eso, la confianza que atrae la bendición es aquella depositada en el único que conoce plenamente el corazón humano, Dios, y que ha revelado sus intenciones hacia el hombre a través de una enseñanza, la Torá. De ahí que, en el salmo 1, la meditación de la Ley es la expresión acabada de la confianza en Dios, pues a través de ella el ser humano tiene acceso al corazón de Yahvé.

En el tercer evangelio, estas actitudes van aparejadas a situaciones vitales. El Hijo del hombre que durante su vida terrena no conoció ni el aplauso, fue perseguido y, al mismo tiempo, fue causa de persecución para sus discípulos (Lc 17,22), es también la única vía de acceso al corazón del Padre. Por eso, los seguidores de Jesús, al hacerse partícipes de las carencias que experimentó su maestro en su paso por este mundo, aprenden a mirar a lo invisible, a su naturaleza divina, descubriendo otros bienes que les harán participar de la felicidad escatológica cuando el Reino se manifieste en todo su poder y se produzca el vuelco de la realidad anunciado en el Cántico de Ana (1Sm 2,1-10) y en el Magníficat (Lc 1,46-56).

 Orar con la Palabra

 Confiar en Dios, fuente de la fidelidad.

  1. La vida de Jesús revela el corazón de Dios.
  2. La esperanza escatológica: el espejo que muestra la inversión de los valores.

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