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Solemnidad de Pentecostés (2018)

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros».  Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.  Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».  Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

 

 Juan 20, 19‑23


Comentario de Miguel Ángel Garzón

Hch 2,1-11; Sal 103; 1Co 12,3-7.12-13; Jn 20,19-23

El relato de los Hechos escenifica la venida del Espíritu Santo sobre la comunidad cristiana en la fiesta judía de Pentecostés. Mientras el pueblo conmemora la entrega de la ley, la Iglesia naciente recibe el don del Espíritu, la nueva Ley de la nueva Alianza. Los elementos de las manifestaciones divinas (viento, ruido, fuego) expresan su fuerza y ocultación. Se conjuga la experiencia personal y la dimensión universal del acontecimiento: todos se llenan del Espíritu y cada uno recibe la capacidad para anunciar la Buena Nueva. La palabra llega a todas las naciones, representadas en los provenientes de todos los puntos cardinales. Nace, así, la unidad de la fe en la pluralidad de lenguas, que anula la dispersión y la confusión del pecado de Babel.

El evangelio contiene el “pentecostés joánico” en el día de la Resurrección. Jesús Resucitado se hace presente en medio de la comunidad encerrada por miedo a los judíos, suscitando en ellos la alegría pascual y la paz que elimina todo temor. Después los envía, haciéndoles partícipes de la misión que el Padre le encomendó. Derrama su Espíritu con el soplo de su aliento para recrear la humanidad, rememorando la acción de Dios al crear al hombre (Gn 2,7). Es el Espíritu dador de vida que mantiene con vida todas las obras de Dios (Salmo 103). Este Espíritu da el poder a la Iglesia para continuar la obra de salvación otorgando el perdón a todo el que crea.

Pablo pone de manifiesto la acción del Espíritu en el creyente y la comunidad: por un lado, nos impulsa a confesar a Jesucristo como Señor; por otro, nos incorpora, en el bautismo, al único cuerpo de Cristo y confiere una pluralidad de carismas y ministerios para el bien común. Es el Espíritu que hoy sigue animando la vida y misión de la Iglesia.

 

  1. ¿Cómo es tu relación con el Espíritu? ¿Lo invocas y te dejas guiar por él?
  2. ¿Dónde haces resonar el evangelio? ¿De qué forma lo haces?
  3. ¿Qué carismas has recibido del Espíritu? ¿Los pones al servicio de la comunidad?

 

 


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