La Pastoral Penitenciaria ofrece nuevos horizontes de esperanza a los privados de libertad

La Pastoral Penitenciaria ofrece nuevos horizontes de esperanza a los privados de libertad

Cada vez que el papa Francisco entra en una cárcel, se hace siempre las mismas preguntas: ¿Por qué están ellos presos y no yo?; ¿Tengo más mérito que ellos para no estar allí? ¿Por qué ellos han caído y yo no? Es un misterio que me acerca a quienes están privados de libertad: “El Señor no se queda fuera de las cárceles. Está dentro de sus celdas”, recordaba el Santo Padre a los capellanes de las prisiones italianas en octubre de 2013.

Al respecto, más de tres mil privados de libertad celebrarán la Navidad tras las rejas este año en Sevilla. Hombres y mujeres, algunas de ellas con sus hijos en prisión, festejarán estas importantes fechas con sus familiares y amigos, lejos del bullicio de la ciudad.

¿Por qué ellos y no yo? es también la interrogante que resuena en la mente y en los corazones de las decenas de voluntarios de la Pastoral Penitenciaria de la Archidiócesis de Sevilla que ofrecen su tiempo y talento al servicio de los reclusos, con especial énfasis en Navidad.

Bajo el lema “Gloria a la Trinidad y a los cautivos libertad”, la Orden Trinitaria presta servicio a la población reclusa de Sevilla los 365 días del año, a través de actividades recreativas, culturales, terapéuticas y pastorales realizadas en los centros Sevilla I y II, Unidad de Madres, Psiquiátrico y Centro de Inserción Social.

Durante los meses de diciembre y enero, el amplio y variado calendario de acciones en beneficio de este colectivo incluye visitas al Arzobispado de Sevilla, recorrido por los belenes de la ciudad, participación activa en las cabalgatas de Reyes y meriendas lúdico-formativas.

Dichas acciones se convierten en la semilla que da fruto a su tiempo y repercute de distintas formas en la vida de los reclusos. Al respecto, dos madres del Centro de Inserción Social, a escasos meses de poder disfrutar nuevamente de la libertad plena, agradecen el paso de Dios por sus vidas.

Experiencias de conversión y gratitud

Ángela tiene 33 años y ésta será su última Navidad en prisión. “Durante este tiempo tras las rejas he aprendido a hacer las cosas mejor que antes, estoy muy agradecida de lo bien que se han portado conmigo”, manifiesta.

Es madre de una niña de dos años, por quien emprenderá un nuevo camino en su vida. “Sólo quisiera la libertad absoluta y poder reencontrarme con mi familia, que hace más de 14 años que no la veo”.

Considera que no le alcanzaría la vida para agradecer a todos los voluntarios “que acuden desinteresadamente a hablarnos, escucharnos, aconsejarnos sin recibir una paga, sólo porque les nace del corazón”, refiere.

Ángela expresa también su agradecimiento a Dios, “porque si Él no existiera, con todas las cosas que me han pasado en la vida, no sé qué sería de mí, siempre ha sido Dios quien ha estado conmigo”, asegura.

Por su parte, Estefany de 24 años y madre de dos niñas, quedará en libertad en 2020. “Lo que siento es muy extraño porque no sé qué me espera afuera, en la calle, cuando salga de prisión”, revela.

“Esta también será mi última Navidad como interna, y para mi niña pequeña ha sido muy especial cuando entre todos armamos el árbol y ponemos el Belén, nos hace mucha ilusión a todas las compañeras, y a quienes tenemos nuestros hijos con nosotras en la Unidad de Madres, es muy especial”, expresa.

Estefany comenta que el tiempo de condena le ha permitido “valorar la libertad y la vida, estando en la cárcel, cada salida fuera representa un aprendizaje, te das cuenta de todo lo que has perdido por un impulso de momento, aprendes que educar a tus hijos en libertad no tiene precio”.

Como propósito para el año 2020, Estefany se ha planteado “trabajar honradamente y ofrecer una educación digna a sus hijas, cerca de su ámbito familiar”.

La Pastoral Penitenciaria como estilo de vida

José Luis Valverde Tovar, voluntario de la Pastoral Penitenciaria desde hace 38 años es el encargado de preparar el camino previo a la reinserción social de los privados de libertad tras el cumplimiento de su condena.

El descubrimiento de su vocación surgió luego de que unos amigos incurrieran en hechos delictivos y fueran apresados, acudía a los centros de reclusión a visitarlos, y casi cuatros décadas después, su servicio no es ocasional, se ha convertido más bien en un estilo de vida.

José Luis está convencido que la misión de la Pastoral Penitencia no es “sólo anunciar la alegría del Evangelio a los privados de libertad, sino también ponerlos en el camino de la libertad y acompañarles en el proceso de su liberación integral, insertados plenamente en la familia y la sociedad, una ardua tarea que requiere de paciencia, empatía y altas dosis de concienciación social”, expresa.

La misión samaritana de la Pastoral Penitenciaria con los privados de libertad en un tiempo de gracia tan especial como la Navidad, se centra prioritariamente en hacerles partícipes de “la alegría del Evangelio a fin de ofrecerles un horizonte bello, un futuro de esperanza y de reinserción, un banquete deseable, el banquete del Reino presidido por Cristo, donde puedan ellos también sentarse y participar de las alegrías de la redención y la liberación”, subraya Pedro Fernández Alejo, delegado diocesano de la Pastoral Penitenciaria de la Archidiócesis de Sevilla.

Desde cuya instancia exhortan a la sociedad a valorar a los privados de libertad como personas cargadas de esperanza, que gritan su dolor y piden misericordia, seres humanos capaces de reencontrarse consigo mismos, cambiar y convertirse al estilo de Pedro, Pablo, o el buen ladrón. Personas que luchan por un mañana en libertad, reintegrado en la familia y capaces de encontrarse con Cristo, de tener verdaderas y profundas experiencias de fe, cristianos, en definitiva, que merecen una segunda y mil oportunidades más.


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