El arzobispo de Sevilla ordenará el sábado a cuatro nuevos diáconos

El arzobispo de Sevilla ordenará el sábado a cuatro nuevos diáconos

La Iglesia en Sevilla contará desde mañana, 17 de septiembre, con cuatro nuevos diáconos. Será en el curso de una ceremonia cargada de solemnidad que presidirá el arzobispo, monseñor José Ángel Saiz, a partir de las once de la mañana. Manuel Franco, Germán Carrasco, José Pablo Hoyos y Julio Sánchez son los cuatro seminaristas que dentro de una semana recibirán el orden del diaconado, un ministerio con entidad propia, más allá de ser un paso previo a la ordenación sacerdotal.

La ceremonia de ordenación de cuatro diáconos podrá seguirse a través de este enlace

La pastoral vocacional se traduce en numerosas realidades. Una de ellas son las ordenaciones. Y de unos años acá estamos asistiendo en Sevilla a lo que en algunos sectores eclesiales se ha bautizado como “primavera vocacional”, con un Seminario al que no dejan de llegar jóvenes y unas parroquias que cada año se enriquecen con la savia nueva que ofrece este centro diocesano tras unos años de discernimiento y formación.

Este curso pastoral se estrena con una ceremonia muy esperada. Cuatro jóvenes verán culminados cinco años de preparación en el Seminario Metropolitano, y a pocos días de recibir de la Iglesia el ministerio de la diaconía, los jóvenes seminaristas comparten sus sentimientos de alegría y de gratitud por el don recibido.

“Me supera el hecho de que Dios se haya fijado en mí, con mis fallos, mis debilidades, me supera saberme amado por Dios tal y como soy”, confiesa Julio, consciente de que “recibir este ministerio implica comprometerse, dar un sí y permanecer fiel a pesar de las dificultades y las ofertas que en ocasiones presenta el mundo”. Por su parte, Germán apunta que en pocos días su vida “cambiará inexorablemente para siempre, lo cual también produce vértigo”. José Pablo se detiene en la liturgia de una ceremonia largamente esperada: “Las promesas que haremos, la oración de la Iglesia y, esencialmente, la imposición de manos del obispo, esconden tras de sí el misterio de la acción del Espíritu en el hombre, que toca los corazones de algunos de sus fieles para que ejerzan un especial ministerio eclesial”. Manuel Franco reconoce sentirse “totalmente desbordado”, y afirma que “el sentimiento que más se repite es la gratitud al Señor por tanto bien como ha hecho y por haberse fijado en mí para esta misión”.

“El Señor allanó mi camino”

Es también ocasión para volver la vista atrás y detenerse en aquel momento en que sintió una llamada que terminaría por cambiar sus vidas. Germán reconoce que lo tuvo claro desde muy pronto –“toda la familia y amigos cercanos a casa lo veían claro: Germán tiene vocación sacerdotal”- y que pronto se derrumbaron algunas barreras: “El Señor allanó mi camino, puesto que no encontré ninguna dificultad en mi familia”. Tampoco olvida la ayuda que recibió de un sacerdote, Antonio Mellet, crucial en aquella decisión. Se trata de una llamada que llega cuándo y cómo Dios quiere. Que se lo digan a Julio Sánchez, que sintió “el abrazo de un Padre” mientras trabajaba en una campaña de restauración del patrimonio en el convento de las Clarisas de Zafra (Badajoz): “Él vino a mi encuentro, de ningún modo entraba en mis planes seguir a Jesucristo y dejarlo todo”. Manuel, por su parte, guarda un recuerdo agradecido de los sacerdotes y seminaristas de su pueblo (Écija): “Sin ninguna duda, su testimonio alegre me interpeló y me llevó a preguntarme si no sería ese el camino que Dios tenía pensado también para mí”.

En estos cinco años, el Seminario se ha convertido en casa y escuela. “Allí es donde he recibido formación humana y espiritual para descubrir la voluntad de Dios en mi vida”, afirma Julio. Al respecto, José Pablo Hoyo repasa lo más significativo de una película que ha durado cinco años, un lustro en el que “sentía que llegaba todo muy rápido”. “Conforme se acerca la fecha, me embarga la ilusión y la alegría, pero también el temor y temblor”, añade.

“Estar en el mundo, sin ser del mundo”

Los cuatro son perfectamente conscientes de lo que significa la diaconía en este proceso de vida, de entrega a Dios. Germán lo resume afirmando que “ejercer el ministerio de la diaconía en la actualidad es ser actual, valga la redundancia”. De hecho, “el servicio al altar y a los pobres no son dos dimensiones estancas ni separadas entre sí”. Quien esto afirma es José Pablo, que destaca hasta qué punto “no se centra solo en el plano material, ya que hay otras muchas pobrezas, a menudo más dolorosas y complejas”. A su juicio, la diaconía es también “estar en el mundo, analizando quiénes son aquellos que deben compartir nuestra mesa… Pero sin ser del mundo”, sabiendo que la llamada viene de lo alto y “no es un asistencialismo vacío”. Julio Sánchez tercia en el debate subrayando que esta diaconía “implica obediencia a Cristo y a su Iglesia, dejando a un lado el ego y los propios intereses”. Así, apunta que “vivimos en una sociedad que tiene sed de Dios, que tiene sed de escucha, que necesita conocer la paz que solo ofrece Cristo”. Hoyo añade: “Sólo viviendo el diaconado desde el servicio al altar, la liturgia de las horas y la oración personal, podré tener el combustible necesario para hacer ver que Jesús sigue entre nosotros”. Esta etapa les abre las puertas a vivencias nuevas. Así, Franco destaca la ilusión que supone “el hecho de poder empezar a administrar algunos sacramentos como el Bautismo”.

Alabanza a Dios

Han tenido tiempo de repasar sus vidas y de abrazar algunas referencias en el santoral. Germán Carrasco tiene especial predilección por san Cirilo de Alejandría. Reconoce que le fascina “el ardor con el que defendió nuestra fe cristiana en los primeros siglos de nuestra era”. Julio Sánchez destaca a san José –“ejemplo de obediencia y humildad”- y san Francisco de Asís. Este último “por vivir alabando a Dios a pesar de las espinas de la vida y ser fiel al Evangelio abrazando la Cruz”. José Pablo se detiene en san Benito Abad, patrón de Europa: “Aunque no seamos monjes, muchas de sus enseñanzas me siguen ayudando, y lo seguirán haciendo en el futuro”.

En los cuatro encontramos un sentimiento de alabanza a Dios por la vida, por cuidarles y por haberse fijado en ellos.  También un sentido recuerdo hacia los sacerdotes, religiosos y laicos que han sido, de una forma u otra, determinantes para que en el plazo de pocos días estén en disposición de dar un sí que marcará sus vidas. Por delante, todos son retos. Manuel Franco resume esta nueva misión: “No es otra sino dar a conocer al único que ha colmado de felicidad nuestra vida y que sabemos que puede dar también la plenitud a tantos que la buscan y no la encuentran”. El futuro es suyo.

 

 

 

 

 


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