‘Cristo Vive (II)’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla

‘Cristo Vive (II)’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla

Queridos hermanos y hermanas:

Hace un mes publiqué una carta con un comentario sobre los cuatro primeros capítulos de la exhortación apostólica Christus vivit del papa Francisco. Os recuerdo que su argumento fundamental era la pastoral juvenil y vocacional. En ella se recogen los frutos del último Sínodo. Os recuerdo también las primeras palabras del Papa: “Cristo vive, esperanza nuestra y Él es la más hermosa juventud de este mundo…  las primeras palabras que quiero dirigirá cada uno de los jóvenes cristianos son: ¡Él vive y te quiere vivo!”.

En el capítulo quinto el Papa inculca a los jóvenes algunas convicciones: Dios es amor, Cristo vive y nos salva y el Espíritu Santo cambia nuestra vida, la ilumina y le imprime un rumbo mejor. A continuación, el Papa invita a los jóvenes a vivir y experimentar la amistad con Jesús con estas palabras terminantes, destino y meta de toda pastoral juvenil: Por más que vivas y experimentes no llegarás al fondo de la juventud, no conocerás la verdadera plenitud de ser joven, si no encuentras cada día al gran amigo, si no vives en amistad con Jesús”. El Papa invita también a los jóvenes a ser apóstoles y a compartir la fe en Jesús: “¿Por qué no hablar de Jesús, por qué no contarles a los demás que Él nos da fuerzas para vivir, que es bueno conversar con Él, que nos hace bien meditar sus palabras? Jóvenes, no dejéis que el mundo os arrastre a compartir sólo las cosas malas o superficiales. Sed capaces de ir contracorriente y sabed compartir a Jesús, comunicad la fe que Él os regaló. Ojalá podáis sentir en el corazón el mismo impulso irresistible que movía a san Pablo cuando decía: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16)”.

El capítulo sexto se titula Jóvenes con raíces. Tener raíces es estar conectado a una historia, a una familia, a una cultura, a unos amigos, a unos padres y a unos abuelos a los que hay que escuchar, huyendo de la superficialidad y de la manipulación que halaga a los jóvenes, “que desprecian la historia, que rechazan la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, que ignoran todo lo que los ha precedido”. Son los puntos de arraigo que nos permiten asumir con realismo y amor el momento presente con su posibilidades y riesgos, con sus alegría y dolores, para anunciar la Buena Notica en estos tiempos nuevos.

El séptimo capítulo el Papa anima a encontrar nuevos caminos, creativos y audaces para la pastoral juvenil. En ellos se debe privilegiar el idioma de la proximidad, el lenguaje del amor desinteresado, que toca el corazón, llega a la vida y despierta esperanza. Es necesario acercarse a los jóvenes con la gramática del amor. El lenguaje que los jóvenes entienden es el de aquellos que dan la vida, el de quien está allí por ellos y para ellos, y el de quienes, a pesar de sus límites y debilidades, tratan de vivir su fe con coherencia. El punto de llegada y la meta es la experiencia de Dios, el encuentro con Jesús que transforma los corazones. Después vendrá la formación doctrinal y moral y la experiencia de la generosidad, la vivencia de la fraternidad y el servicio a los pobres, iniciándoles además en el apostolado, todo ello en un marco de familia, haciendo de la parroquia un verdadero hogar para tantos jóvenes sin arraigo familiar.

El octavo capítulo está dedicado a la vocación. Para el Papa “lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada joven es ante todo su amistad”. En el marco de esa amistad, afirma, “somos llamados por el Señor a participar en su obra creadora, prestando nuestra aportación al bien común a partir de las capacidades que recibimos”. La vida del joven y de cualquier persona debe ser para los demás ordinariamente en el marco de la familia y del trabajo. A algunos, sin embargo, el Señor les llama a seguirle en el sacerdocio o en la vida consagrada, camino que debemos proponer a los jóvenes con valentía. Los jóvenes no deberían descartar esta posibilidad si sienten la mirada atractiva y fascinante de Jesús.

El capítulo noveno está dedicado al discernimiento vocacional. El Papa comienza afirmando que “sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento”. Se trata de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno. Se trata de reconocer la propia vocación en un clima de soledad, silencio, oración y apertura a la escucha de la llamada del Amigo, todo ello con el acompañamiento de personas solventes y la ayuda maternal de María, la Virgen fiel, modelo de los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

Para todos los jóvenes y cuantos les acompañan, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla


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