Carismas religiosos, tesoro de la iglesia

Carismas religiosos, tesoro de la iglesia

Entrar en la clausura te transporta a otro mundo. Las rutinas de las quince hermanas que habitan el monasterio carmelita de Las Teresas, en el corazón del barrio de Santa Cruz, garantizan paz, serenidad… Y felicidad. Es la primera conclusión que Pilar Ríos, virgen consagrada desde febrero de 2014; y Manuel Armenteros, superior de la comunidad de San Juan de Dios en la calle Sagasta y presidente de CONFER diocesana; sacan en claro al término de la visita que cursan al locutorio donde les esperaba la hermana Mariángeles del Reino. En las vísperas del Día de la Vida Consagrada, no encontraron un espacio más adecuado para comprobar la riqueza de la vida religiosa.

El encuentro, que duró algo menos de una hora –“nosotras también tenemos nuestro trabajo”, se encargó de recordar la anfitriona-, sirvió en primer lugar para comprobar el reconocimiento que hay de la misión y el carisma de los demás. Pilar Ríos reconoce que se apoya mucho en las monjas de clausura, y que en alguna ocasión ha puesto en sus manos, “en la eficacia de su oración”, problemas que le tocaban muy de cerca. Mariángeles del Reino, por su parte, no se cansa de agradecer la disponibilidad absoluta de los hermanos de San Juan de Dios cada vez que una hermana cae enferma. “Les debemos unas gracias con mayúsculas”, subraya.

Los dos invitados en cierto modo envidian la “facilidad” que tienen las monjas de clausura para abstraerse del ruido, de las prisas del mundo, para “entrar en una cercanía espiritual con el Señor”. Al respecto, Manuel Armenteros sostiene que quienes se dedican a la vida activa corren el riesgo de que “el ruido nos acabe arrastrando. Hay que buscar los silencios, porque –añade- si uno no vive a Jesús en su interior, no transmite nada”. Pilar asiente, y apostilla que uno de los peligros que tienen en la vida activa es precisamente “el activismo sin más”.

“El Señor llama cuando quiere”

La llamada del Señor fue muy distinta en cada caso. Mariángeles del Reino, que es carmelita desde los 25 años, quedó prendada de la alegría que contagiaban las carmelitas de la comunidad gaditana que visitó siendo muy joven. “Aquello me impactó de tal manera que cuando volví al trabajo sólo pensaba en aquellas hermanas que me habían cautivado”. Pilar Ríos sintió la necesidad de entregarse en un camino con raigambre diocesana. “Si los chicos podían encauzar su vocación diocesana a través del sacerdocio, ¿cómo podía hacerlo yo?” La respuesta la encontró en el Obispo auxiliar, monseñor Santiago Gómez, que le mostró el camino del orden de las vírgenes. Por su parte, el actual presidente de la CONFER diocesana se sintió profundamente interpelado al ser testigo “del cariño y la dedicación con las que los hermanos de San Juan de Dios atendían a enfermos y discapacitados”. No hay un cauce establecido, “Dios llama cuando quiere, donde quiere y como quiere. Solamente hay que dejarse querer por Él”, resume Pilar.

La alegría que se palpa en la clausura contagia, y tanto Pilar como Manuel dan fe de ello. No es para menos. El rostro de la religiosa gaditana es la prueba fehaciente de una existencia plena, del convencimiento de que se optó por “la mejor vida posible”. Se sonroja cuando escucha los elogios que tanto Pilar como Manuel le dedican, y reconduce el encuentro a un terreno más neutral, cuando afirma que “las religiosas de vida contemplativa somos corazón, pero ellos son manos, son cariño y amor perpetuos. Lo que yo puedo dar es el latir del corazón, ellos –destaca, mientras señala a sus invitados- lo dan todo”. Preguntada por la consideración que tiene su vida en nuestro contexto social, es clara: “El valor de lo que hacemos lo da el Señor”. Pero además se sienten queridas, les llega el cariño de los sevillanos y no se cansa de relatar los pequeños gestos que casi a diario dan cuenta de esa especial vinculación que mantienen con el barrio y la ciudad. “Hay personas que se acercan al torno y nos dicen ‘hermana, gracias por estar aquí’. Notamos que en Sevilla nos quieren”, repite tímidamente, se diría que con un punto de rubor en sus palabras.

Los tres convienen que esta reunión es una gracia, “porque hay muchos carismas juntos”. Carismas vividos con una felicidad que nace del convencimiento de que son instrumentos de Dios, cada uno en su ambiente y con una misión por delante. “Qué bonito es que, en medio del mundo, puedas hacer ver a la gente que tu corazón es del Señor, trabajando igual que antes”, subraya una Pilar que se reconoce “cada día más contenta”.

2 de febrero: Misa en la Catedral

El domingo 2 de febrero, Mariángeles del Reino atravesará la puerta que le separa del ”otro mundo” y, en compañía de algunas de sus hermanas, recorrerá los escasos metros que le separan de la Catedral, donde el Arzobispo presidirá la Eucaristía con motivo del Día de la Vida Consagrada. Esa tarde, a partir de las cinco, aprovecharán la autorización episcopal para abandonar la clausura y compartir con otros religiosos y religiosas la alegría de la fe y la diversidad de carismas. En la seo hispalense se volverá a encontrar con Manuel y Pilar, que no se cansa de recordarlo: “Dios te llama como quiere”.


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