¿Asumimos el verdadero sentido eclesial de las primeras comuniones?

¿Asumimos el verdadero sentido eclesial de las primeras comuniones?

El año 2018 se celebraron 15.646 primeras comuniones en la Archidiócesis de Sevilla, una cifra que supone un aumento en 1.118 respecto a las del año anterior. Estas celebraciones ya se rigen por el Directorio Diocesano de la Iniciación Cristiana, la normativa vigente para los Bautizos, Confirmaciones y primeras comuniones, con la que se ha querido subrayar “la conciencia madura del vínculo intrínseco que une a los sacramentos de la Iniciación”. De esta forma, los tres son concebidos como “etapas del camino, dentro de un proceso orgánico” y no como tres sacramentos separados.

El Directorio Diocesano contempla la pastoral de la iniciación cristiana como uno de los lugares prioritarios de la Nueva Evangelización. Y establece que sea la parroquia la última localización de la Iglesia en un lugar. Después de la Catedral, es el “ámbito privilegiado para realizar la Iniciación Cristiana en todas sus facetas catequéticas y litúrgicas del nacimiento y del desarrollo de la fe”. Esto tiene sus consecuencias, por ejemplo, a la hora de fijar dónde se deben celebrar las primeras comuniones. Al respecto, el Directorio es claro y aspira a zanjar las controversias que puedan darse en la práctica. En el punto 100 de esta normativa se afirma que “la celebración de la primera comunión se realizará en el templo parroquial”. A continuación, se señala una excepción para los casos en los que este sacramento se celebre en la escuela católica u otros colegios de inspiración católica: “tendrá lugar siempre en un recinto sagrado, prefiriéndose en la medida de lo posible el templo parroquial como expresión de pertenencia a dicha comunidad de referencia”. En todo caso, cualquier excepción deberá contar con la licencia del párroco.

La edad de la persona que va a recibir la Eucaristía por primera vez también ha sido establecida en la citada normativa diocesana: nueve años o cuarto curso de Educación Primaria. Pero si son varios los hermanos que quieren hacer juntos la primera comunión, el mayor podrá esperar al menor. Al respecto, y a la vista de la diferencia de edad que pueda haber entre ellos, no se debe obviar que cada proceso de catecumenado puede ser distinto en función de sus edades.

Importancia de la catequesis

 La Eucaristía es fin y culminación de los sacramentos del Bautismo y Confirmación. Es conveniente, por tanto, que la primera comunión vaya precedida no sólo de la necesaria catequesis de la iniciación cristiana, sino también de “una verdadera introducción y un hábito de asistencia a la celebración eucarística, sobre todo la del domingo, tanto con sus padres como con el grupo de catequesis, particularmente los niños y jóvenes”.

Este hábito de asistencia a la misa dominical debe ir acompañado de la lógica iniciación litúrgica. En esta experiencia, los padres y catequistas tienen una “grave responsabilidad”. De hecho, la figura del catequista es básica, si bien un proceso correcto partiría de la implicación familiar en todo el proceso de iniciación. Centrándonos en la figura del catequista, el Directorio establece que debe destacar por su madurez humana, cristiana y apostólica, así como por su formación y capacitación catequética. De esto último se encarga la Delegación Diocesana de Catequesis, que procura los medios necesarios para una adecuada instrucción. El Arzobispo de Sevilla va más allá. En no pocas ocasiones, monseñor Asenjo ha subrayado la importancia de “una formación cristiana y específica profunda” en el campo de la catequesis, así como de la necesidad de que estos agentes recuperen el sentido vocacional, que no sean “catequistas de infancia que solo estén dos años unidos a la parroquia”. Este objetivo está en el origen de la Escuela Diocesana de Catequesis, que se imparte en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas.

“Sencillez y solemnidad”

“El peso social que rodea hoy la celebración de la primera comunión es un factor que oculta en no pequeña medida tanto el valor de la iniciación cristiana como el de su sentido eclesial”. Esta no es la única referencia en el Directorio a la centralidad del sacramento por encima de cuestiones accesorias. Además, tampoco resulta extraño leer o escuchar de los obispos manifestaciones en esta línea. En la sección El Arzobispo responde de este semanario diocesano, monseñor Asenjo censuró el pasado año los derroches que caracterizan algunas celebraciones. Como no podía ser de otra manera, la normativa vigente aboga por celebraciones que sean “expresión de la comunidad eclesial que celebra la Eucaristía con sencillez y solemnidad”.

Este es el camino a seguir, y las familias tienen aquí una misión crucial a la que no deben renunciar. Una tarea, claro está, que no se puede quedar en una simple instrucción ceremonial. En esta empresa, la familia debe encontrar el acompañamiento y la ayuda necesarias en la comunidad parroquial. Así se destaca tanto en el Directorio como en las Orientaciones Pastorales Diocesanas, donde se valora muy positivamente esta ayuda por parte de catequistas y de la comunidad cristiana, hasta el punto de asimilarla a la figura de “una familia de acogida”, como ámbito imprescindible para que puedan desarrollar una existencia cristiana.

 


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