“¡Qué maravilla, el Papa está en Sevilla!”: XL Aniversario de la primera visita de Juan Pablo II a Sevilla

“¡Qué maravilla, el Papa está en Sevilla!”: XL Aniversario de la primera visita de Juan Pablo II a Sevilla

“El Papa estará en España el 15 de octubre”. De esta forma, anunciaba monseñor Díaz Merchán, presidente de la Conferencia Episcopal en 1982, el primer viaje de un pontífice a España. El Centenario Teresiano, que se celebraría meses más tarde, fue el acontecimiento elegido para enmarcar el paso de Juan Pablo II por la geografía nacional, con un itinerario en el que se incluyó la estancia, tan corta como intensa, del Santo Padre en Sevilla. La cita histórica del 5 de noviembre de 1982, de la que ahora se cumplen cuarenta años, se coronó con la beatificación de sor Ángela de la Cruz en una Eucaristía multitudinaria que se celebró en la explanada de la Feria.

El anuncio de la visita a la capital andaluza dejaba un estrecho margen de tan solo 272 días para una organización en la que confluían muchísimos factores y de la que no existían precedentes. En el caso de Sevilla, la Archidiócesis acometía este reto con el cardenal Bueno Monreal convaleciente del ictus que sufrió en Roma, y con un arzobispo, monseñor Amigo Vallejo, recién llegado de Tánger. “La cuestión se antojaba complicada”, recuerda José Márquez, miembro de la Comisión de Liturgia que se creó para esta visita. Hacía falta alguien con la capacidad y las relaciones necesarias para sacar adelante el desafío que tenía ante sí la Iglesia en Sevilla. La persona elegida fue el sacerdote Antonio Hiraldo, que en 1973 fue secretario general del Sínodo Diocesano, y diez años después dirigiría el Pabellón de la Santa Sede en la Exposición Universal.

Un órgano desde Mairena

Hiraldo se rodeó de un valiosísimo equipo de colaboradores, que a su vez coordinaron secciones en las que trabajaron a destajo un sinfín de voluntarios. Ángel Gómez como secretario general y Jesús Pérez adjunto a este, son los primeros nombres de un equipo bien cohesionado en el que no faltaron ayudas externas a todos los niveles.

A modo de ejemplo, Márquez recuerda la criba que hubo que hacer “hasta que encontramos el órgano eléctrico que José Enrique Ayarra pidió para la Misa que presidiría el Papa”. El único instrumento que cumplía los requisitos del maestro Ayarra se encontraba en una parroquia de Mairena del Alcor, y hasta allí se desplazaron los técnicos para desmontarlo y trasladarlo al campo de la Feria. “Pero eso fue hasta anecdótico para la cantidad de cuestiones que hubo que solventar en unos meses frenéticos”, recuerda José Márquez.

Seguridad y… El diluvio

Son muchas las versiones que se cruzan acerca de las precauciones de seguridad que rodearon la visita. La sombra de la banda terrorista ETA se cernía sobre el operativo policial de cualquier evento, y no son pocos los que achacan a esta prevención los cambios de itinerarios del papamóvil tras la Misa o al final de su estancia en Sevilla. En cualquier caso, todo transcurrió felizmente sin que nada enturbiara una jornada que ha quedado para la historia de la ciudad.

El país sufría esos meses una dura sequía, lo que motivó que en la oración de los fieles se pidiera por el don de la lluvia. “Y el cielo, claro, nos escuchó –apunta Márquez- hasta el punto que aquella noche cayó el diluvio universal sobre Sevilla”, lo cual aceleró las labores de desmontaje del altar que el arquitecto Rafael Manzano proyectó para la Misa estacional que presidió Juan Pablo II. Un operativo para el que no se escatimó nada, desde el altar de plata de la Catedral hasta tapices procedentes de los Reales Alcázares.

La comunión en la Misa también tuvo su relato. Se previeron formas consagradas para casi un millón de personas –mil quinientos sacerdotes se encargaron de su distribución-, y todas las sobrantes se depositaron en la cercana iglesia de los Padres Blancos. Allí estuvieron custodiadas hasta que, días más tarde, se repartieron entre las parroquias cercanas. El repertorio musical de la Eucaristía, para el que se juntaron varias corales polifónicas y músicos de la Orquesta Filarmónica, dejó también en el recuerdo las Sevillanas del adiós, una iniciativa del locutor radiofónico José Luis López que ambientaría el encuentro de los sevillanos con Juan Pablo II allá donde se volviera a producir durante los años que duró su pontificado.

Un encuentro y tres santos

Por otro lado, la decisión de centrar la visita papal en la subida de sor Ángela a los altares fue un completo acierto. José Márquez afirma que “eso aportó un impagable plus espiritual a la visita”, y posibilitó a la postre una foto única: dos santos, Juan Pablo II y Madre María de la Purísima, postrados ante el cuerpo incorrupto de otra santa, Madre Angelita, en la Casa Madre de la Compañía de la Cruz. Además, la celebración de un acto de este tipo fuera del Vaticano normalizó un modus operandi que con el paso de los años se convertiría en habitual. Sin ir más lejos, la canonización de sor Ángela se celebraría 21 años después en las calles de la capital de España.

Han pasado cuarenta años de aquella jornada. Juan Pablo II regresó a Sevilla en 1993, y su legado se ha traducido en numerosas iniciativas eclesiales y civiles que llevan el nombre del papa viajero, el Papa de los jóvenes, de las familias… El Papa que quiso a Sevilla, y que se quedó en la memoria colectiva de una ciudad que no lo olvida.

 


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