QUE NO FALTE LA ESPERANZA

En memoria de Carmen Moreno

Esta reflexión sale a la luz en el día en el que la liturgia celebra la expectación del parto de la Santísima Virgen María, conocido por el día de la Esperanza. ESPERANZA en mayúsculas. No una esperanza efímera o pasajera, no la esperanza de que pueda tocarnos el gordo en la lotería de Navidad. No la esperanza de tener una cuenta corriente saneada y vivir sin problemas. No la esperanza de soñar y anhelar que se cumplan nuestros sueños. Nuestro mundo está lleno de falsas esperanzas o, mejor dicho, equívocas o pasajeras esperanzas.

Nuestra ESPERANZA es Jesucristo que vino, viene y vendrá. Nuestra ESPERANZA es la Palabra hecha carne que acampó entre nosotros y es camino, verdad y vida. Nuestra ESPERANZA es palpar la presencia de Dios en nuestras vidas. Nuestra ESPERANZA es saber que no estamos solos, es descubrir que Dios nos guía y camina a nuestro lado. Nuestra ESPERANZA es creer que Dios escribe derecho en los reglones torcidos de la vida. Nuestra ESPERANZA es confiar que podemos descansar, vivir y estar en continua conexión con Dios. Nuestra ESPERANZA es grabar en la mente que para Dios nada hay imposible, es repetir continuamente lo que mi amiga Carmen , que desde Noviembre vive en el cielo, decía a pesar de la crudeza de su enfermedad y sin jamás quejarse: confío en ti Señor…. Nuestra ESPERANZA es vivir desde una convicción: que Jesús vino al mundo para salvarnos, para regalarnos la vida eterna. ¡ BENDITA ESPERANZA!…. Y el rostro de la esperanza es la virgen María. Ella esperó, confió, se ofreció. Ella hizo de su vida un continuo “hágase en mí”. Ella nos enseña a guardarlo todo en el corazón, por eso Ella es vida, dulzura y ESPERANZA nuestra.

El Papa Francisco, con motivo del Año de la Misericordia, nos exhorta a recordar y practicar las obras de misericordia, ¿las recordáis? Permitidme que yo añada una obra de misericordia más a las catorce que nos ofrece la iglesia (siete corporales y siete espirituales), se trataría de “ DAR ESPERANZA A LOS DEMÁS”. Creo que esa ha de ser para nosotros una tarea grande en este Año Jubilar: dar esperanza a los tristes, enfermos, parados, cansados, desencantados, decepcionados, solitarios, perdidos…., dar esperanza, pero dar una esperanza cristiana, es decir, presentar a Cristo, llevar a Cristo, conducir a Cristo. Y hemos de hacerlo, como dice el Evangelio, dando razón de nuestra esperanza al que la pida (1Pe 3, 15). Además ahora más que nunca es necesario y esencial que no nos roben la esperanza, que no nos confundan. Nuestra esperanza está puesta en el Señor y sin Él nada tendría sentido. Estoy convencido que nuestra alegría y paz interior es inversamente proporcional a la razón de nuestra esperanza.

Si abrimos los ojos y observamos con atención, podemos descubrir a nuestro alrededor a mucha gente que ha hecho o hizo de su vida un canto a la esperanza, seamos uno de ellos, empecemos a poner esperanza en los pequeños detalles y extendámosla a cada ámbito de nuestras vidas. Que en esta Navidad, que ya llega, no nos falte la esperanza, que cuando en la Misa del gallo adoremos al niño Dios no olvidemos que es nuestra ESPERANZA, y que ocurra lo que ocurra, que pase lo que pase…nunca falte la ESPERANZA.
Un abrazo a todos. Feliz Navidad y…. No tengáis miedo.

PD: Gracias Carmen por la esperanza que nos distes, tú vida inspira mucho de este escrito. Ya estás con tu Esperanza. Sabes que nunca te olvidaré.

Adrián Sanabria

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