Casa Sacerdotal, una comunidad de servidores

Casa Sacerdotal, una comunidad de servidores

La Archidiócesis cuenta entre la Alameda y el río con un hogar para personas que han entregado lo mejor de su vida al ministerio sacerdotal. Inaugurada en enero de 2004, la Casa Sacerdotal Santa Clara representa mucho más que una residencia al uso. Su director es el sacerdote Francisco J. Ortiz Bernal (Sevilla, 1969), un “cura de curas”.

¿Qué supone esta casa para la Iglesia en Sevilla?

La necesidad que tenía de atender a aquellos presbíteros que han estado dando su vida por la diócesis.

¿Antes no tenían esta cobertura?

A veces les costaba trabajo jubilarse y salir de las parroquias porque se sentían desamparados. Es una necesidad que se veía desde siempre y se encontró la solución con esta casa. Al principio se hizo una residencia sólo para asistidos, y luego ésta que era sólo para válidos. Tener dos casas abiertas para la misma función era absurdo, entonces se creó definitivamente esta casa, hace once años.

¿Quiénes pueden residir aquí?

Aquí viven curas asistidos, válidos, incluso curas que están de paso, curas de la diócesis que necesitan instalarse momentáneamente, pero especialmente curas mayores.

¿Encuentran aquí todo lo que necesitan?

La casa es grande y tiene muchas posibilidades. Tenemos cuarenta plazas para internos y diecisiete más para curas que están de paso, como hospedería (apunta que estos días se aloja también un sacerdote de Huelva que está recibiendo un tratamiento médico en Sevilla).

¿Acogen también a familiares de sacerdotes?

La casa está abierta a todas las necesidades de los curas. En principio los residentes son sacerdotes, y hermanas o familiares que hayan convivido toda la vida con los sacerdotes. En cuanto a los que están de paso, si vienen acompañados se admite a la familia del cura. Ahora mismo hay treinta y seis sacerdotes, la mayoría asistidos.

¿Con qué personal cuenta para atender a los sacerdotes?

La Casa tiene dos pilares. Uno los trabajadores, personal especializado, como los auxiliares de clínica que prestan un servicio de veinticuatro horas. Piense también en los porteros, limpiadoras, cocineros, etc. El segundo pilar son los voluntarios. Gracias a ellos los sacerdotes pueden estar acompañados, salir a pasear, visitar a los médicos… Hay un grupito bueno y están dispuestos cuando se les llama.

¿Cuánto pagan los sacerdotes por vivir aquí?

Pagan según sus posibilidades, desde 400 a 1.200 euros. El resto del coste lo paga la diócesis, que ha apostado por asistir a sus curas. Los de paso y familiares pagan lo estipulado por día.

¿Qué actividades se organizan para los sacerdotes mayores?

Esto no es una residencia al uso con talleres o clases. La casa se pensó con pequeños apartamentos donde cada uno tiene su independencia, aunque hay momentos comunes. Y sí, tenemos actividades que van en consonancia con su ministerio: la Eucaristía, el rezo del rosario, exposición del Santísimo, retiros en los tiempos fuertes, alguna salida extraordinaria a lo largo de año, etc. El que puede sale a una parroquia o hermandad a prestar algún servicio -misa, confesión…-, y sólo el que está dependiente total se queda aquí y participa de esas actividades. Tenemos además una buena biblioteca, traemos coros y organizamos comidas de curas mayores o de curas jóvenes, invitando a los sacerdotes de la diócesis.

¿Abren la casa a actividades de otras instituciones?

La casa, como es grande, se utiliza para otras actividades eclesiales: encuentros de sacerdotes, retiros de seglares, de parroquias… Y eso hace que nuestros mayores  se relacionen con otras personas y también puedan participar con ellos. Es un enriquecimiento mutuo.

¿Le queda por realizar algo más en la Casa Sacerdotal?

Pretendemos que esta casa de la diócesis sea una casa de acogida, donde todo el mundo se sienta a gusto, abierta no sólo a los curas, también a los seglares. Que participen de la liturgia y de la vida, como voluntarios o estando un día de retiro. Crear ese ambiente en la diócesis, que sepan que este no es el sitio de los curas viejos sino una casa en donde se puede estar.

¿Y usted, cómo llegó aquí?

Estoy empezando el quinto año en esta casa. Tras pasar por Pilas me nombraron párroco de San Jerónimo y delegado del Clero, y a los pocos días director de la Casa Sacerdotal. Nunca me imaginé este nombramiento, no sabía dónde me metía, aunque conociera la casa.

Su función imagino que va más allá de la del director de un establecimiento hostelero.

Mi  principal función es la de estar. Hace falta un pastor que acompañe, que esté atento a las necesidades, que viva con ellos y sepa de sus problemas, y los curas sienten esa presencia, la de un sacerdote como ellos donde apoyarse. La otra función, la administrativa, la podría hacer cualquier persona seglar.

¿Se lo toma como una parroquia especial?

Es una experiencia distinta. Una cosa es ser cura de pueblo o de parroquia y otra ser cura de curas. Cuando convivo con gente que ha dado su vida y veo que la mayoría ha llegado a santo, cómo viven la vejez, cómo aceptan la enfermedad… Es enriquecedor y me ayuda a relativizar muchas cosas, me doy cuenta que la vida se reduce a nada, a una pequeña habitación con cuatro recuerdos. Para mí  la experiencia de haber sido director es enriquecedora espiritual y humanamente hablando. Yo nunca olvidaré los años que haya pasado aquí.


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